Escuchar sus pasos, su andar firme pero a veces pausado me estremecía el corazón, era como ser víctima de una corriente eléctrica con aroma a mamá.
Cuando se acercaba hasta donde yo me encontraba me parecía imposible lograr bajar la mirada, por que su cara me atraía como un imán y me cegaba con su resplandor. Su cabello siempre bello, con la ondulación perfecta, ningún cabello rompía la fila, todos siempre firmes en armonía. Esa tez blanca que hace juego con mi oscuridad, tan lisa y perfecta ante cualquier par de ojos enamorados.
Como resistirse a esa sonrisa de película y a sus diferentes formas de decir te quiero, madre aún hoy me produces escalofríos al verte siempre tan luminosa, como proveniente del Olimpo, siempre tan hermosa, tan poderosa, de toque mágico, de látigo azucarado.
Mami aún hoy siento ese mismo amor de niña, que en este cuerpo acelerado ha permanecido intacto, como la primera vez que abrí los ojos en tus brazos y con un chillido te dije te amo.