Tengo ya varias noches escuchando los sermones de una luciérnaga en mi oído, la desgraciada parece que es invisible porque al encender la luz nunca logro encontrarla.
Cierro los ojos y trato de descansar, no hacer caso a su verborrea, pero tardo en caer en sueño profundo cuando me veo cercada por enormes arboles de delgados troncos que se dejan caer sobre mí, uno por uno, tomados de la mano, como si se tratase de un dominó. Los esquivo a duras penas pero siguen cayendo por toda la eternidad. Me despierto exhausta y escucho al respaldar de mi cama decir que estoy loca.
Me como las uñas hasta que mis dedos empiezan a sangrar, camino descalza, en círculos por la habitación, tengo una llave, pero olvidé donde guardé la puerta que me permite salir de aquí.
Tengo a mano una puerta que da al jardín, pero si llego allá me tocará participar de los juegos siniestros y volveré a sentir una insaciable angustia. Me estoy volviendo loca?.
De un manotazo dado casi por inercia logró matar a la luciérnaga inquisidora y cercenadora de conciencias, la pobre queda abatida, azotada en la pared. Puedo ver como sus entrañas caen al suelo, tengo que tener cuidado para no pisar las gotitas de mercurio que se mueven por el piso de la habitación, ellas salieron despavoridas cuando sin querer dejé caer un termómetro.
Trato de cerrar nuevamente los ojos y conciliar el sueño, tal vez de esta forma pueda encontrar la puerta que necesito. Inevitablemente llego al jardín y estoy dormitando encima de una delgada tela de araña. Como cartas hechas de humo vienen a mi cabeza cada una de mis tareas, como parte del juego siniestro. No debo dejar que caiga al suelo la mariquita de goma, ni tengo que dejar de cosechar la canica amarilla que está en el árbol que viene hacia a mí e intenta desplomarse.
Despierto de nuevo, agotada. Me como una jugosa cereza, que se desgarra dramáticamente entre mis labios. Me estoy volviendo loca?.
No tengo voluntad para nada, ni para limpiar las raíces que se abrazan a mi cama, quiero ser invisible para el mundo, que todos me den por muerta, estoy cansada de contar los años.
Quiero volver al sueño del que tanto escapé, quiero volver y sucumbir antes los arboles que me quiebran los huesos al abalanzárseme encima, quiero dejar caer la mariquita de goma, quiero dejar que la caniquita amarilla se pudra en ese árbol, quiero ver qué pasaría si pierdo este juego siniestro…
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