Cristina supo lo que es ser amada “a medias” durante toda su vida.
Cuando era pequeña compartía el amor de sus padres con 3 hermanos más, nunca logró ser de los cuatro la preferida de papá y mamá, estuvo muy cerca de serlo, ya que desde que nació cautivaba a todos con su belleza y con su inteligencia, pero aún así Cristina nunca cumplía con el último requisito que le permitiera ser amada completamente, por ejemplo no era la preferida de papá por el hecho de ser un poco torpe en los deportes, eso hacía que su hermana mayor fuera los ojos de su padre, por otro lado, tampoco era la preferida de mamá por que Cristina era un poco chillona al llorar y eso la exasperaba, por eso era su hermano menor el que iba junto a su mamá en cualquier reunión o evento familiar.
Luego Cristina conforme creció se rodeó de mucha gente que la estimaba.
Siempre responsable y con una actitud positiva Cristina era amada por todos, pero nuevamente “a medias”. Sus compañeros de trabajo al estimaban pero era casi seguro que ninguna estaría dispuesto a cubrirle un día de vacaciones, convidarle la mitad del sándwich del desayuno o darle un aventón a su casa, para su desgracia Cristina era espléndida pero pareciera que no lo suficiente.
Cristina tenía un grupo de amigos que la acompañan desde la secundaria, todos son muy unidos y han estado juntos en alegrías y en tristezas; todos quieren muchísimo a Cristina y ella los ama de una forma completa y sincera, pero inexplicablemente ellos la aman “a medias”: Cristina fue la única de todas sus amigas en la que no pensaron pedirle ser la madrina de alguno de sus hijos, nunca alguien del grupo pensó en Cristina como su madrina de bodas; la mejor amiga de Cristina, por la cual ella daría la vida, nunca la llama cuando necesita que alguien la escuche en medio de alguna crisis sentimental. Todos sus amigos hombres la ven como una gran mujer pero ninguno se arriesgaría a entablar una relación con ella, sienten que está un poco loca.
Ninguno de ellos saldría en su auxilio a media noche en una noche lluviosa, tampoco le harían el favor de cuidar su perro un fin de semana, ninguno de ellos la ama lo suficiente para hacer estos y otros sacrificios.
La vida siguió transcurriendo y Cristina que nunca se había percatado de su situación empezó a darse cuenta de ella en el momento que el corazón se le aceleró por primera vez, cuando literalmente conoció el amor.
Cristina se entregaba completamente en sus relaciones, era una mujer comprensiva, “chineadora”, graciosa, “casi” de otro mundo. Los hombres se sentían atraídos por ella de una manera instantánea, era como un tentador caramelo de miel que todos querían saborear en la boca, sin embargo muchos preferían no caer en la tentación, era demasiado buena para ser real, pensaban unos.
Cristina tenía un record insuperable de ocasiones en que un hombre la había dejado plantada en un restaurante, un bar o bajo un aguacero en la parada de buses. Cristina tenia la paciencia de esperarlos por horas para que después con el corazón hecho nudo se resignara a volver a casa sin siquiera una llamada del fulano disculpándose por el plantón.
Cuando los hombres veian a Cristian quedaban fascinados y siempre querían verla de nuevo, por eso le decían que al dia siguiente o el fin de semana la llamarían para que salieran a pasear, eso nunca sucedía, y la pobre Cristina se quedaba en casa en tacones, con las piernas cruzadas comiendo helado frente al televisor.
Todos, absolutamente todos la amaban “a medias”. Nunca nadie le propuso matrimonio, de todas sus amigas fue la única que no se casó, nunca nadie le llevó serenata, tampoco supo lo que es que alguien le dedicara una canción o le declarara su amor en una carta. Nunca nadie lloró de amor por ella, nunca nadie lloró por no poseerla, se rodeó de hombres que al final adoptaron el papel de amigos, que la querían “a medias”.
Ella sabía que se dice que siempre en las relaciones hay alguien que ama más, lo que no entendía era por qué siempre era ella.
Cristina no comprendía por qué nunca podía llegar a sentir que alguien la amaba completamente, siempre era buena pero no excelente, era maravillosa pero no extraordinaria, era algo así como una réplica exacta de un diamante pero hecha de plástico.
Cuando Cristina cumplió los 50 años se dio cuenta de que había podido sobrevivir a su necesidad de ser amada uniendo las mitades de amor que sus padres, sus amigos y la vida le habían dado.
Ya con 52 años se hizo acompañar de un caballero que curiosamente también la amaba “a medias”. El “esposo” de Cristina la apreciaba pero nunca le confiaba sus sentimientos, Cristina nunca escuchó salir de su boca ni siquiera un “te quiero”, él nunca se preocupó por saber de sus gustos, siempre le regalaba una bufanda en sus cumpleaños, y aunque él disfrutaba de su compañía ella sabía que su alma estaba reposando en otros brazos.
Cristina esperó hasta el final de sus días encontrar un amor completo, algunas veces pensó que tal vez lo hubiera encontrado en un hijo, que al ser sangre de su sangre debería heredar su capacidad de amar sin límites, pero nunca lo pudo comprobar.
Ahora Cristina ya no está, y ninguno de nosotros podemos asegurar que haya encontrado el amor completo y puro que anhelaba más allá de la vida, aunque esa es la esperanza con la que cerró sus ojos el día de su muerte.
Y así como fue su vida así es la lápida de la tumba de Cristina, la cual no tiene ninguna leyenda más que su nombre, porque al final nadie la amó lo suficiente para inmortalizar en su tumba su amor por ella.
En algún momento todos hemos sido esa "Cristina", muchas veces no encontramos como nuestra pieza encaja en este enorme rompecabezas que es la vida.
ResponderEliminarSi nos identificamos con Cristina, es por que como seres humanos tenemos la necesidad insaciable de sentirnos amados, complacer a los demás y en la mayoría de los casos dejar a un lado nuestra propia satisfacción; se nos olvida que quizás debemos aprender amarnos de manera completa a nosotros mismos, darnos un gustito de vez en cuando y muchos gustotes a diario, valorarnos para que otros nos valoren, tal y como cada individuo lo amerita.
Esa es la clave para todas las Cristinas que andan vagando por el mundo, creyendo que probablemente esa sea la única realidad para ellas, y que al igual que la protagonista el día de la muerte, su lápida también estará vacía. La fuente del amor completo está en nosotros mismos, fuimos creados con esa capacidad; amar y entregarse por otros y reconocer a aquellos que también darían la vida por nosotros.
En la búsqueda constante de ese amor completo, no nos damos cuenta que siempre ha estado frente a nosotros, y que simplemente no logramos reconocerlo, porque tal vez no andaba vestido con el look que esperábamos. Tengo la fuerte convicción que ese fue el caso de Cristina, me niego a creer que en toda su vida siendo alguien tan hermosa por dentro y por fuera, tan adorable, tan elocuente y tan carismática, nunca ninguno de sus seres queridos la amara en forma completa, tampoco que no existiera su otra mitad, su complemento. Me reúso a pensar que no exista un lugar perfecto para alguien tan singular, ni siquiera para alguien que no tenga tantas cualidades.
Recuerdo que también me plantaron, fue como una bofetada directa al ego y un corazón roto. Por algo esa típica escena de drama y de la vida real: “bajo un aguacero”, describe ese sentimiento a la perfección. También confieso que no he perdido la esperanza de que alguien algún día me lleve serenata. Sé que algún día sucederá.
Reconocer el verdadero precio del talento propio, y el poder desarrollar el don de leer a través de la piel que el nombre de tus genes es CREATIVIDAD será un buen comienzo Cristina.
Wow Nice!!! muchas gracias por el comentario, la Cristina que hay en mí se siente agradecida
ResponderEliminarMe gustó mucho este articulo, me indentifiqué con Cristina como dice Karol creo q todas nos identificamos con ella en algún momento de la vida.
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