Qué es una MAN KILLER?

Una Man Killer es una mujer dinámica, enérgica, inteligente y decidida. Es la perfecta compañera para lograr las metas en común y tener libertad para lograr las personales.


Una Man Killer nunca será sumisa ni torpe al hablar, su voz es fuerte y decidida, sabe lo que quiere, lo que le beneficia y sabe cuando dejar atrás lo que no la ayuda a ser mejor.

Como todos una Man Killer tiene sus días malos, pero de ella misma depende de que solo sea eso, un día...


viernes, 31 de diciembre de 2010

Somebody to love


Tú que dices ser mi amigo ayúdame a buscar alguien a quien amar, sé creativo y piensa en alguien que calce como un calcetín perfecto al contorno de mi vida.

No necesito de alguien que me idolatre para que al final de cuentas no esté conmigo en los momentos en que necesite compañía, tampoco alguien que me dedique y construya un altar para luego no pensar ni un minuto siquiera en tenerme en su vida como algo más que una foto en la billetera o un recuerdo en la guantera del carro. Búscame alguien que me llame de madrugada sin tener mucho que decir sólo para escuchar mi voz, o búscame alguien que me tome de la mano al caminar, alguien que se le olvide mencionar lo maravillosa que soy pero me lo haga saber con sus acciones.

Ayúdame amigo mío, a encontrar esa persona que me haga perder el raciocinio, que me revuelva el estómago, que me endulce el semblante, que me seque la garganta, que me levante el ánimo, que me congele el pecho, que me haga temblar la piernas, que me convierta en un títere a merced de su voz.

Quiero delirar, quiero recordar lo que es sentir mariposas en el estómago, quiero sonrojarme ante un arrebato de romanticismo, quiero pellizcarme y poder asegurarme de que no es un sueño.

Quiero encontrar a una persona que realmente me extrañe cuando me vaya, a alguien a quien no me cueste creerle sus halagos, a alguien que sea parecido a lo que he soñado.

Amigo ayúdame a encontrarlo, ayúdame a pensar que no estoy pidiendo imposibles, ayúdame por que yo sola no puedo, por que cuando he creido encontrarlo no ha sido cierto, ayúdame a quitarme la idea de que no soy lo suficientemente ideal para alguien, ayúdame a no sentir el yugo que con su peso desgarra la carne y expone el nervio, sensible, a punto de reventar, ayúdame a no sentirme tan vulnerable.

martes, 16 de noviembre de 2010

Cocowash


Pasas un día de perros, donde el 90% de las cosas te han salido mal y el 10% restante peor; sientes que podrías desaparecer en este momento de la faz de la tierra, explotando como una pequeña bomba molotov hecha de confeti.

Qué se puede hacer ante tan triste existencia? : Pues ir a que te laven la cabeza.

Sal en busca de unas manos rebosantes de atención y sumerge en ellas tu perturbado cráneo.

Reclina tu cabeza y fija la mirada en el techo, mientras unas delicadas manos masajean tu cuero cabelludo como tratando de dar orden al desorden cerebral que llevas dentro. Detén tu mirada sobre el techo blanco que se despliega ante tí, un lienzo tan blanco como tus pensamientos en ese momento, no hay signo de actividad neuronal, solo un enorme espacio de silencio.

Déjate seducir por esos dedos largos y delicadamente femeninos que cubren con champús de ricos olores cada hebra de tu pelo, al punto de que casi podrías declararle tu amor eterno a esa mujer si sigue consintiéndote de esa manera.

Siente como remoja tu cabello, lo retuerce suavemente y lo vuelve a mojar. Piensas en lo delicioso que sería soltar todas tus torturas y desventuras y dejarlas ir con el agua jabonosa que emana de tu cabello y desaparece por la cañería.

Es imposible no cerrar los ojos antes tal estimulo. Sientes como ella con sus manos te acomoda las ideas: las más malas las acomoda cerca de las orejas, las buenas en la base del cráneo y si se lo pides puede que te acomode las mejores a la altura de la frente, para que las recuerdes cada vez que te veas al espejo.

Recuerdas la rabieta que te hiciste a vos mismo ante la idea de ir al salón a que te hicieran algo en la cabeza y sonríes hacia tus adentros pensando en lo que te hubieras perdido; ahora, podrías quedarte en esa posición el resto de la eternidad.

Sabes que el tiempo pasa rápido y que en cualquier momento el idilio de agua, manos y champús de mil olores se dará por terminado y te resistes a enfrentarte a tal pena, aún hay mucho que lavar en tu cabeza, tanta mugre recogida por años y años de malas decisiones y malos pensamientos se ha vuelto dura de roer.

Por fin llega el momento, sientes que las manos detienen su vaivén entre tus cabellos y se sacude tu cabeza entre el roce de una toalla seca, es hora de partir. Te levantas de la cómoda silla un poco aturdido de retomar tu postura erguida, mientras tu cabello esponjado y limpio se te viene para la cara.

La muchacha te mira y te pregunta qué te quieres hacer, a lo que respondes que nada, sólo ocupabas el “cocowash”…

¿Cuánto le debo señorita?.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Blog


Aveces es casi inevitable poderme despegar de la esencia glutinosa y extremadamente dulce que perfuma mi feminidad y que a veces me produce migrañas; y como reitero que es inevitable desligarme de ella por completo, en ocasiones caigo bajo sus juegos mentales y empiezo, de forma instintiva, a dibujar en mi cabeza pequeñas nubes color rosa en las cuales comienzo a bordar sueños al mejor estilo de película romántica.

Eso me pasó hace ya algunas semanas cuando comencé a pensar en mi “blogger azul”. El sueño parecía una secuela de la famosa película de you’ve got email?, sólo que nunca pude asociar al blogger de ensueño con alguien en mi realidad.

Soñaba con que a muchos kilómetros de aquí (porque definitivamente cerca de mí no está), hay un hombre que se sienta en su carro, o mira a la gente desde la ventana del bus pensando en que escribirá en su blog. Piensa que se expone mucho a veces a comentar ciertas cosas, pero que al final nada debe temer, porque de sus 5 seguidores, 4 son de extrema confianza.

Nunca comenta con nadie las cosas que escribe en su blog, no tiene intención de promocionarlo, tampoco le preocupa no tener comentarios de sus entradas, las que ha escrito para sí mismo más que para el mundo. Las publica claro está, en la web, a la vista de todos, pero lo hace a manera de catarsis, es como si te pusieras un disfraz y todos te observaran, pero al final nadie sabe exactamente quién eres.

Me lo imaginaba llegando a su casa, después de la oficina, viviendo solo, siendo super hacendoso, preparándose la cena, escogiendo algo de música para suavizar el ambiente, mientras enciende su notebook.

Mientras prepara su cena piensa en el título de la entrada, se quita los zapatos y se pasea en medias. Luego de cenar y dejar todo para lavarlo en la mañana se sienta frente al teclado, se pasa las manos por la cara varias veces, como queriendo acomodar las ideas que gesticuló en silencio en el camino; se rasca la barba que va creciendo y se desabotona la camisa.

Luego se levanta de la silla, abre la ventana para que entre la brisa nocturna, vive en un segundo piso, lo cual es ventajoso, ya que nunca será distraído por algún transeúnte o vehículo que lo pueda sacar de su trance creativo.

Piensa y repasa su día para definir que matiz va a tener su entrada hoy.

Y entonces comienza. Escribe y escribe si devolverse entre las líneas, las correcciones y modificaciones vendrán después; las ideas se deslizan tan rápido que si frena su cauce perderá muchas de ellas. Escribe y escribe, olvida contestar el teléfono, olvida contestar los mensajes de Messenger que tintinean en la barra, el mundo murió para él en este momento.

Me lo imaginaba poniendo un pie encima del otro, mientras toma un respiro, ya hace frío y las delgadas medias no bloquean el helado viento que se desliza a milímetros del piso.

Termina de escribir y repasa lo que ha hecho. Corrige algunas cosas y tiene problemas para darle un cierre a su entrada, pero después de varios intentos lo logra.

Lo lee una vez más y lo publica. Eso es todo.

Pasea de nuevo sus manos por su barba y se acomoda el cabello, está exhausto y ya casi es media noche, pero sabía que no podría conciliar el sueño si antes no escribía aquello que le pesaba hasta en las bolsas del pantalón.

Ahora comienza a quedarse dormido, mientras piensa que tal vez, probablemente, a miles de kilómetros de ahí, dentro de algunas horas y de manera casual, alguien se topará con su blog y se sentirá tan identificado con él, que sentirá que se mira en un espejo, y se preguntará donde ha estado el creador de toda esta historia durante toda su vida.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Dolor


¿Qué haces cuando sin sentirlo aún, ya encoges tus pies y dilatas tus ojos de dolor?.

Sin casi notarlo, sin pensarlo, te arrinconas en una pared y entrelazas tus brazos frente a tus piernas, como esperando el golpe frío del viento, el aliento cancerígeno, la brisa tortuosa del dolor que se acurruca a tu lado.

Es cuando piensas que no eres tan valiente como creías, que eres como cría extraviada en medio de un bosque oscuro, que estás aterrada y que te sientes sola.

Porque hay dolores que se pueden gritar a los vientos, que se comparten con el mundo, que nos cubren de compasión y empatía; pero están los dolores que se deben mantener a la sombra, los que se arrastran en silencio, los que se cubren con maquillaje, con sonrisas, con frases cortantes.

¿Qué haces cuando el dolor te aprisiona, te amordaza la boca y te jura que va a estar a tu lado por siempre?.

El dolor aún no llega, pero se siente cerca, viene de camino, tarde o temprano llegará, a gritarme a la cara mis imperfecciones y a sellarme los labios para que grite por dentro.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Brebaje Envenenado


Hoy he decidido beberme en gigantes sorbos este amor que me está lacerando el sentido. Lo beberé sin derramar gota alguna, para que no quede evidencia de su existencia.

No puedo arrojarlo al viento, porque podría sentirse lleno de vida con el roce del viento, podría tomar impulso y sentirse enérgico, desnudarse y mostrarse sin reparar en miedos.

No puedo enterrarlo bajo cien capas de tierra por que podría expandirse por las praderas, por los campos, por los desiertos, por las ciudades y volver a la superficie como un botón de rosa, como una espiga danzante, como un jugoso fruto.

No puedo lanzarlo al inmenso mar por que podría sentir ganas de mezclarse con las olas y la sal, y luego podría llegar a la costa y entre murmullos marinos contar el secreto.

No puedo dejarlo en la oscuridad porque podría llamarlo a gritos pidiendo su ayuda.

No puedo arrojarlo al fuego porque está hecho de fulgurante pasión, pasión que quema, que derrite.

No puedo enviarlo al cielo porque no es bienvenido, no puedo desterrarlo al infierno porque de ahí ha salido.

No puedo encerrarlo entre las paredes de mi silencio porque podría engañarme y hacerme decir cosas que no quiero.

No puedo dejarlo en un rincón porque su eterno llanto no me dejaría dormir por las noches.

No puedo regalarlo porque tiene dueño.

No puedo dejarlo debajo de mi almohada porque podría seducirme de nuevo con su arrullo.

No puedo endosárselo al tiempo porque él no ha podido exterminarlo.

No puedo dejárselo al dolor porque lo torturaría por toda la eternidad.

No puedo entregárselo a mis deseos por que acabarían con mi paz.

No puedo vivir con él porque me envenena.

Por eso es que lo bebo para que no quede rastro de que alguna vez existió; lo bebo sin saborearlo, como un trago amargo, como un espeso brebaje envenenado.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Kissing a Fool


Siempre que lo beso tomo sus mejillas con ambas manos. Si dejo de respirar por unos segundos puedo sentir como empieza a crecer su barba y como sus pómulos se derriten entre las yemas de mis dedos.

Lo que él no sabe es que ambas manos son un ancla, que sostienen mi cuerpo tembloroso y un corazón que explota por tenerlo tan cerca.

Es inevitable sentirme consumida por su aroma, tan particular y embriagante. Es inevitable no entre abrir los ojos un poco, sin que lo note, para observar como cierra los suyos.

Definitivamente dejo de respirar, no quiero perderme ninguno de los retumbos de este corazón acelerado, no puedo darme el lujo de respirar cuando enredo con mi dedo un mechón de su cabello.

Cuando rozo sus labios es como si la sangre de mis venas se convirtiera en un néctar dulce y fresco que me produce un cosquilleo mientras recorre mi cuerpo. Cuando rozo sus labios se desmorona el tiempo y no existe quién corrompa esta armonía.

Cuando suspira, notas musicales salen de su garganta y se anidan en mi oído.

Cuando me pide un beso más siento que podría engarzarme a su boca por toda la eternidad.

Porque aunque sus labios sean torpes son de tisú y terciopelo, aunque carezcan de ternura están humedecidos en deseo, aunque no susurren mi nombre puede que lo griten en sigilo cuando los embargue la soledad.

Esos labios no saben leer lo que siento, para ellos mis besos son pasajeros, no entienden que con cada uno de ellos le estoy diciendo cuánto lo quiero, y qué puedo hacer, si sé que estoy besando a un tonto, a un tonto ciego que no se ha percatado de que mis labios llevan el sabor de un amor en silencio.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Hasta dónde he de llegar?


La mayoría de nosotros vivimos en la búsqueda de aquello que nos haga sobresalir del montón, aquello que nos permita salir del tumulto y caminar sobre él. La forma en que buscamos esa distinción, esa diferenciación, no es parte de una receta rígida y mágica que dé a todos iguales resultados, sin embargo, la optimización de las habilidades, dones y capacidades, es tal vez la fórmula más utilizada para lograr el nivel de distinción que queremos.

Es así como algunos dedican su vida al deporte y encuentran aquella disciplina en la cual pueden explotar sus capacidades; otros se dedican a recopilar información, a empaparse de conocimiento y poder exaltar su intelecto; otros deciden apostar al carisma, a la facilidad de entablar relaciones y mantener contacto con los demás, para encontrar algo que los haga brillar entre los demás individuos, y así existen miles de ejemplos de escenarios donde nuestras habilidades son el estandarte para subir escalones y poder apreciar un horizonte diferente.

Pero qué pasa cuando nos damos cuenta que nuestro horizonte no puede ser tan extenso, o tan brillante, o tan colorido como pensábamos, no porque medie la mediocridad, sino más bien como resultado del entorno o de una capacidad en cierto punto limitada?.

Ejemplo de esto es aquel atleta que ha sudado la gota gorda en fuertes entrenamientos, ha hecho de la disciplina su religión, pero aún así sabe que no puede ser el número uno en lo que hace porque ya su edad no le permite competir con otros más jóvenes, o porque los recursos económicos para la práctica de ese deporte son limitados lo que no le permite contar con el mejor equipo para el desarrollo optimo de la disciplina, o por impedimento físico, etc.

Ejemplo de esto es aquella mujer que se da cuenta de que nunca va a poder tener al hombre que ama, el cual la ve como una gran amiga, por más que ella se esfuerce en ser la mujer más esplendida, atenta y comprensiva del mundo para poder atraerlo de otra manera.

Ejemplo de esto es aquel intelectual que sabe que mientras exista aquel compañero de trabajo, excelente matemático y además un brillante analista, vivirá como el segundo individuo más inteligente del lugar.

Ejemplo es aquel hombre carismático y de excelentes habilidades interpersonales pero que todo el mundo percibe como “el amigo de fulano” y vive opacado por una personalidad impresionante y atractiva de ese amigo.

Entonces cuándo es el momento idóneo para decir esto es lo que puedo dar, es a esto lo que puedo aspirar? Existe ese momento?.

Podríamos vivir siendo un excelente atleta, pero formando siempre parte del promedio, o un individuo de una inteligencia sobresaliente pero no lo suficiente para codearse con eruditos y genios, o una mujer que viva siendo la mejor amiga y confidente del hombre que ama, o el amigo y compañero incondicional del alma de la fiesta?. Vivir así es ser mediocre a pesar de que se hizo el máximo esfuerzo y que el no alcanzar el objetivo tuvo en parte como responsable el entorno, la suerte, el karma o como quieran decirle?.

“Sí te comparas con los demás, te volverás vanidoso y amargado, porque siempre habrá personas mejores o peores que tú” es lo que dice Max Ehrmann en su Desiderata de 1927, y si así fuera: no sería un esfuerzo en vano tratar de llegar a ser el número uno cuando siempre habrá quién nos sobrepase?. Cómo voy a poder saber hasta donde he llegado sin recurrir a un punto de comparación?,

Cuando es el momento para detenernos y pensar que lo que hemos logrado es lo máximo que vamos a alcanzar y si ello es suficiente para sentirnos realizados?, y si no lo es, que deberíamos hacer entonces?. Debemos conformarnos, o debemos cambiar nuestro norte?.

El deseo de superar lo que por definición somos es inagotable e imparable, por eso ante tantas preguntas a veces me resulta difícil responderme a mí misma si detenerse exactamente donde el camino te ha permitido llegar a un nivel superior pero promedio es lo indicado, o si por el contrario seguir el sendero hasta donde la vida dé es la mejor opción, a pesar de que al final del tiempo la satisfacción por lo obtenido y por lo vivido sea una verdadera incógnita.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Hoy almorcé con la locura


Hoy almorcé con la locura.

Era una cita que tenía pendiente pero que había evitado a toda costa, todos hemos pasado por esas incómodas situaciones donde un simple almuerzo se puede convertir en una verdadera tortura.

Aun no había terminado de comer mi ensalada y la locura ya me acribillaba con una mirada lacerante. Bastó con que la observara a la cara para que arrancara con su verborrea y comenzara su enjuiciamiento.

Dedicó parte del almuerzo a hacerme caer en cuenta del todo tiempo que había desperdiciado en causas perdidas, amores platónicos, cariños unilaterales sin correspondencia alguna y desamores al mejor estilo rococó.

Escuchaba sin replicar a ninguna de sus palabras, mientras pasaba de mejilla a mejilla el carpaccio de salmón que degustaba; poco a poco la locura me empezaba a caer gorda.

A nadie le gusta que le digan las verdades a la cara, sobre todo aquellas que has tratado de evitar exponer a la calidez del día, esas que escondes debajo de la falda o que doblas y ocultas entre el colchón de tu cama; hay verdades que te gustaría machacar y comértelas con el cereal en la mañana.

A pesar de esto seguí serena, rechinando el tenedor entre los dientes y tomando violentos sorbos de vino, por que las verdades que raspan se tragan mejor con carpaccio y vino, definitivamente.

El monólogo prosiguió, no sin antes hacerme ver que ella estaba para quedarse, para ser mi compañera, para volverme loca.

Fue en ese mismo instante, al escuchar tal noticia, que quedé petrificada y con el cerebro convertido en arena.

Muchas veces dije estar loca, pero nunca pensé que llegaría a estarlo.

Y así continuó la plática y se extendió el almuerzo hasta horas de la tarde, la locura no paraba de pronunciar palabras y mis oídos se derretían de tanto verbo suelto.

Entre risas entrecortadas, como si le faltara el aire, y fuertes y agudas carcajadas, me miraba de arriba abajo; luego sacaba un chistoso pañuelo de la bolsa de atrás de su pantalón y se secaba las gotas de sudor que bajaban por su frente, mientras con la otra mano jugaba con un dejo de su enredado cabello; después cambiaba el semblante, rígido y frío como el acero, y tiraba dardos envenenados por la boca, todos ellos terminaban clavados en mi pecho, uno a la par del otro... Cómo podía defenderme de la verdad absoluta?, Cómo defenderme de lo que yo mismo he creado?.

Hoy almorcé con la locura, y aún estoy en la mesa junto a ella, esperando a que nos traigan el postre, uno por aquello de la dieta, uno para compartir con mi nueva compañera.

martes, 21 de septiembre de 2010

Aléjate de mí


Aléjate de mí, lo digo en serio, aunque mi rostro te exprese otra cosa.

No extiendas tus manos intentando asirme, que si llegas a rozarme se me contraerán las venas y la piel se me convertirá en polvo.

No me hagas sufrir con tus caricias, que ya no son mías, y que a pesar de seguir siendo las mismas, ya no son aterciopeladas como antes.

Aún no te das cuenta del daño que me haces, me entristece saber que mi semblante te engañe de esa forma tan inocente.

No quiero volverte a verte, no quiero esperar bajo la lluvia por horas por alguien que no llegará, no quiero subir la mirada buscando el rostro de alguien que ya ha dado media vuelta y se ha ido, no quiero un beso que sabe a ceniza.

No sabes el daño que me has producido, no sabes que tan profundo hundiste tus dedos en mi carne expuesta, no tienes idea de cómo has manchado la claridad de lo que sentía.

Me destroza tu ceguera, tu superficialidad, me decepciona tu limitado horizonte.

Me decepciona saber que a pesar de que me he quitado capas y capas de piel aún no he conseguido borrar lo que me atormenta.

Ave María Purísima?, ese era mi guión o el suyo Padre?.


Pecadora: Ave María Purísima?, ese era mi guión o el suyo Padre?.

Padre: -----------------------------------------------

Pecadora: Le pido paciencia, no me siento en esta cajita de madera desde la primera comunión, y he de confesar (hoy que vengo con toda la convicción de sacar lo mejor de lo peor) que ese día, y de forma intencional, no confesé los pecados más espesos y malolientes.

Padre: -------------------------------------------------

Pecadora: Me pregunta qué pecados a esa edad pueden ser tan escabrosos y torcidos para no contarse?, pues muchos Padre, aunque usted no lo crea.

Padre: ----------------------------------------------

Pecadora: Cuál es mi confesión?. Bueno, muchas cosas he de confesar, toda mi vida ha sido un pecado por sí sola; a veces adrede, a veces accidentalmente, pero todas mis acciones, o por lo menos la mayoría se desencadenan en múltiples pecados.

No sé por dónde comenzar, esta vez no quiero dejar nada por fuera, ando en busca de la redención, aunque ésta sea efímera y se evapore con mi primer movimiento truculento.

Mi naturaleza es egoísta, superficial y egocéntrica. Trabajo arduamente en construir puentes sobre oscuros abismos; puentes hechos de los cuerpos de las personas que caen frente a mí.

Devoro con frenesí a los de sentimientos débiles, a los indecisos, a los cobardes, a los que dudan, a los mediocres.

Soy indiferente ante lo que no comprendo o no me es atractivo; con pulso fuerte y perfecto martilleo las conciencias de aquellos que se rodean por un inmaculada fé en lo desconocido.

Me he vuelto la reina de los excesos, he probado todo lo que es prohibido, me he dejado caer de las alturas sólo porque la suerte y la fortuna así me lo han ordenado. Nunca me percato de dónde comienzo y menos aún donde acabo, camino en círculos y beso la sombra de los mendigos que dormitan por las calles congeladas y encendidas por la luz de media noche.

Hurto lo que me plazca, incito a la violencia, quebranto las leyes, persigo a los distraídos para matarlos de miedo.

Hurgo con mi dedo la llaga que dobla de dolor, estudio con ahínco al que me rodea, sólo para conocer sus debilidades, sus temores.

El que me acompaña y me mira de frente estará perdido por siempre.

Soy la creadora del sarcasmo, de la burla, de la farsa. Me gusta dormir por décadas y despertar con la furia del que ha descansado lo suficiente.

Amar solo me ha dejado recuerdos amargos, por eso ahora me burlo del enamorado, del que sufre de la ceguera que el amor genera. Por amor me di por completa y nunca recibí nada a cambio.

Por eso me he abandonado a las pasiones de plástico y luces de neón, de cuanto en cuanto me despido de mi cuerpo y lo dejo a su suerte.

Estará pensando Padre que mi apariencia no refleja tanta juerga y porquería, pero déjeme decirle que soy una especie de Dorian Grey que oculta su inmundicia en el ático, junto al arrepentimiento.

Padre: ---     ---    ---    ---

Pecadora: No enmudezca Padre, no soy lo que piensa, no poseo estirpe sobrenatural, sólo soy una mujer que ha caído en un estanque lleno de brea y que al verse atrapada decidió no seguir batiendo los brazos y decidió embriagarse de ese líquido viscoso.

Pecadora: Ahora dígame Padre, antes de que pierda la cabeza, cuál es mi penitencia?.

viernes, 27 de agosto de 2010

Sin edición


Estas son 3 entradas que no tienen edición alguna y están inspiradas en tres canciones diferentes.
Cada una la escribí durante la duración de cada canción.


Camino sobre una serpiente de asfalto, curveada de cuanto en cuanto, los pies calientes y maltratados no saben cómo detener el paso, buscan agonizantes el horizonte que se dibuja a la distancia.

Un olor a tierra seca se cola por mi nariz mientras, frente a mis ojos se derriten los colores del atardecer.

Corto con mi brazo extendido el aire cargado de humedad y sigo el camino que me dicta el sonido de la armónica.

No llevo equipaje, ni tengo alguien a mi lado, solo recorro el camino en compañía de mi corazón palpitante.

Amo la sensación de la roja tierra que se aferra a mis pies, no hay cansancio tortuoso en mi andar, solo la sensación de libertad, esa libertad que me libera de cualquier complejo, de cualquier deber de cualquier deuda sin saldar.

Camino, eso es lo que importa.

(Lo escribí mientras escuchaba Midnight Cowboy de John Barry http://www.youtube.com/watch?v=q9GxJTtpjKU)


Música suave, ligera, sensual. Música que pone tu cuerpo a flotar.

Ella se aferra a tu cuello como un elegante collar de perlas, dormita en tu pecho como un exquisito diamante, engalana tus labios como un hermoso labial carmesí.

Eres la reina de la noche, las miradas te siguen por el salón impregnado de derroche y seducción.

Las trompetas marcan tu paso, elegante, pausado.

Todos te miran, te desean, mientras tu mirada se desliza por las paredes ignorando con arrogancia la insistente provocación de los presentes.

Imaginas como todos caen a tus pies mientras te visten en pieles y joyas, todos mendigos postrados ante tu presencia implorando un poco de tu elixir, de tu pasión.

Te sientas y llevas con tu largo y pálido dedo el compás de la música, el mundo es tuyo, pese a quien le pese.

Enciendes un cigarro y a bocanadas esparces tu veneno. Tus pestañas oscilan al compás de tus ojos, enmarcados bajo una luz sobrenatural, que aviva el fuego que hay dentro de ellos.

Abre tus labios, da un sorbo al champagne, pero que sea pequeño aunque por dentro te mate la sed del exceso. Debes mantener a la zorra enjaulada, no dejes que la presa se te escape por culpa de una imprudencia.

Lleva el ritmo, cruza la pierna, lleva tu mano al rostro y concéntrate en la música, pues parece que ella sale de los instrumentos sólo para adorar tu belleza.

Siente como late tu corazón, esa música te transforma, te convierte en la dama de diamantes, en la diosa encarnada, en una fantasía hecha realidad.

(Lo escribí mientras escuchaba Moonlight Serenade de Glen Miller http://www.youtube.com/watch?v=n92ATE3IgIs )




No recuerdo como llegué hasta aquí, pero debo estar cerca del cielo.

El cielo de mis sueños, aquel que no es celeste y blanco sino mas bien una explosión de rojos, amarillos y magentas.

Ante mí una montaña, pequeña y encumbrada que me incita a seguirla.

Camino sobre ella por horas, sintiendo la brisa que me roza el cuello, siento como miles de sombras me siguen de cerca el paso.

Siento una libertad reconfortante pero inestable, que me puede abandonar al menor tropiezo al caminar por esta la montaña.

El cielo es inmenso infinito y cargado de muchas nubes, nubes que me recuerdan sueños hechos de humo que mucho tiempo atrás fueron parte de una visión tan nítida de la vida.

Ahora aquello que era importante ya no lo es tanto, aquello que me alegraba ahora es superfluo, aquello que yo amaba ahora no me llena el corazón de vida, mi rumbo es otro, más auténtico, más libre, más extenso, como una planicie, donde crece el pasto siempre a la misma altura y donde el viento recoge fragancias de flores que se encuentran muy lejos de aquí.

Sigamos avanzando, aplaudamos fuerte y que el eco de las palmas guíe nuestros pasos.

(Lo escribí mientras escuchaba Rise de Herb Alpert http://www.youtube.com/watch?v=ennMD1fPtXA)

miércoles, 18 de agosto de 2010

Juego Siniestro


Tengo ya varias noches escuchando los sermones de una luciérnaga en mi oído, la desgraciada parece que es invisible porque al encender la luz nunca logro encontrarla.

Cierro los ojos y trato de descansar, no hacer caso a su verborrea, pero tardo en caer en sueño profundo cuando me veo cercada por enormes arboles de delgados troncos que se dejan caer sobre mí, uno por uno, tomados de la mano, como si se tratase de un dominó. Los esquivo a duras penas pero siguen cayendo por toda la eternidad. Me despierto exhausta y escucho al respaldar de mi cama decir que estoy loca.

Me como las uñas hasta que mis dedos empiezan a sangrar, camino descalza, en círculos por la habitación, tengo una llave, pero olvidé donde guardé la puerta que me permite salir de aquí.

Tengo a mano una puerta que da al jardín, pero si llego allá me tocará participar de los juegos siniestros y volveré a sentir una insaciable angustia. Me estoy volviendo loca?.

De un manotazo dado casi por inercia logró matar a la luciérnaga inquisidora y cercenadora de conciencias, la pobre queda abatida, azotada en la pared. Puedo ver como sus entrañas caen al suelo, tengo que tener cuidado para no pisar las gotitas de mercurio que se mueven por el piso de la habitación, ellas salieron despavoridas cuando sin querer dejé caer un termómetro.

Trato de cerrar nuevamente los ojos y conciliar el sueño, tal vez de esta forma pueda encontrar la puerta que necesito. Inevitablemente llego al jardín y estoy dormitando encima de una delgada tela de araña. Como cartas hechas de humo vienen a mi cabeza cada una de mis tareas, como parte del juego siniestro. No debo dejar que caiga al suelo la mariquita de goma, ni tengo que dejar de cosechar la canica amarilla que está en el árbol que viene hacia a mí e intenta desplomarse.

Despierto de nuevo, agotada. Me como una jugosa cereza, que se desgarra dramáticamente entre mis labios. Me estoy volviendo loca?.

No tengo voluntad para nada, ni para limpiar las raíces que se abrazan a mi cama, quiero ser invisible para el mundo, que todos me den por muerta, estoy cansada de contar los años.

Quiero volver al sueño del que tanto escapé, quiero volver y sucumbir antes los arboles que me quiebran los huesos al abalanzárseme encima, quiero dejar caer la mariquita de goma, quiero dejar que la caniquita amarilla se pudra en ese árbol, quiero ver qué pasaría si pierdo este juego siniestro…

martes, 17 de agosto de 2010

Ideas y pensamientos de una infancia feliz: algunas aun ciertas otras no tanto.

Cuando era niña pensaba que sabía cantar la canción “Sixteen Tons” con un inglés fluido y melodioso: ahora sé que ni siquiera a esta edad sería capaz de cantarla.
El objetivo de que a mi corta edad yo cometiera tan brutal asesinato musical era el deleitar a mi querida tía Lucía quien grababa mis alaridos incomprensibles en un cassette para la posteridad.

Cuando era niña pensaba que mi mamá podría pensar en cualquier momento en devolver a mi hermano que estaba a punto de nacer: por eso mi hermana y yo nos enfrascamos por meses en un proceso de negociación con mi madre para que no lo devolviera, inclusive ambas nos comprometimos a lavar pañales a cambio de que mi hermano llegara a nuestro hogar. Con el tiempo me di cuenta de que devolverlo era imposible y que aveces aunque quisiéramos devolverlo no era posible.

Cuando era niña pensaba que el helado de leche condensada con higos y bolitas de chocolate era el mejor helado del mundo: todo cambió después de “dos pegas” y de conocer los gelatos italianos.

Cuando era niña mi hermana permanecía siempre asustada por una mano peluda que la atormentaba: cuando creces te siguen atormentando y en mayor medida manos y demás partes de cuerpos peludas, pero en el caso específico de esta creencia infantil si existía una mano peluda y detrás de ella la mente criminal que le daba vida era yo.

Cuando era niña pensaba que los dos dientes del frente que me faltaban me hacían ver sexy: eso definitivamente era verdad!.

Cuando era niña pensaba que mi abuelita siempre fue abuela: esto definitivamente lo sigo creyendo, no hay pruebas físicas que me hayan hecho pensar lo contrario.

Cuando era niña pensaba que la luna estaba hecha de Soplitos: luego con el tiempo me di cuenta de que era imposible, primero por lo difícil que podria resultar el mantener el soplito en buen estado y segundo descontinuaron el producto, por lo tanto deberían de haberla reemplazado por cheetos o meneítos.

Cuando era pequeña pensaba que Kalimán era sexy: también lo pensaba de Ulises 31 y el Capitán Raimar, que más podía hacer cuando los hombres a mi alrededor no tenían dientes, lloraban cada vez que los dejaban en el aula o les gustaba comer mocos.

Cuando era niña pensaba que cuando grande iba a ser arqueóloga: aunque siempre descubro todo tipo de momias en mi camino nunca logré cumplir este sueño.

Cuando era pequeña pensaba que mi tía era una especie de bruja que veía todas mis travesuras: con el tiempo me di cuenta que no era tan bruja era solo el hecho de que cada vez que yo hacia alguna travesura corria inmediatamente hasta donde ella y me le quedaba viendo fijamente hasta que ella me preguntaba que había hecho.

martes, 10 de agosto de 2010

Karla



Cuando era niña tuve una amiga llamada Karla.

Karla era mi amiga inseparable, prácticamente mi alma gemela y al ser yo primogénita y tener una hermana que llegaría hasta dos años después pude conseguir en Karla la compañera perfecta de juego.

En ese tiempo tenía bastante tiempo libre, estaba muy pequeña para asistir al kínder y no existían todos esos niveles previos al kínder que actualmente existen, así que Karla llegó a mi vida como anillo al dedo.

No recuerdo que pensaban mi padres acerca de ella, creo que les era indiferente a menos de que yo comenzara a alardear de nuestras hazañas juntas para lo cual exigía la mayor atención de ambos progenitores.

De vez en cuando Karla se sentaba a la mesa con nosotros a la hora del almuerzo o la cena. No recuerdo muy bien, pero creo que sus ojos al sentarse frente a la mesa no divisaban lo que se había preparado para comer.

Más de una vez alarmada e irritada grité para avisarle a mi papá o mi mamá que estaban a punto de sentarse encima de ella. Karla frente a mis padres era muy callada, por eso pasaba tan desapercibida.

En otra ocasión mientras mi papá lavaba el auto tuve que gritar de nuevo para advertirle que estaba empapando a Karla, la muy tonta se había acomodado muy curiosa junto al carro y mi papá sin querer prácticamente la bañó con la manguera.

Aunque la amaba mucho y era mi mejor amiga a veces andar con Karla era una verdadero suplicio, le gustaba que siempre anduviéramos de la mano, creo que era para sentirse más segura, como si quisiera confirmar su existencia; sin embargo andar de la mano con Karla era cansadísimo, porque me tocaba caminar un poco agachada y encorvada para poder sostener su pequeña mano.

Así mi mamá me veía pasar de un lado al otro de la casa como si tuviera una estaca atravesada entre pecho y espalda y que ésta me estuviera acartonando el cuerpo.

Karla llegaba todos los días a mi casa, de hecho creo que nunca se iba, dormía, jugaba, comía siempre conmigo.

Muchas veces pensé que sería importante que por lo menos mi mamá conociera mejor a Karla, ya que prácticamente vivía en la casa, pero nunca lo pude hacer porque ella siempre huía y se escondía debajo de la cama cuando mi mamá llegaba. Ambas teníamos la idea de que escondernos debajo de la cama era volverse prácticamente invisible: podíamos ver los pies de mi tía y mi mamá donde pasaban de un lado al otro, podía ver como mi tía arrastraba graciosamente el pie derecho al dar el paso y como mi mamá caminaba siempre a grandes zancadas.

Nos encantaba matar el tiempo juntas acostadas en el sillón de la sala, claro que Karla era más astuta, siempre escogía “el rincón” por lo que yo siempre quedaba acostada de forma tambaleante en la orilla del sofá.

Es imposible que recuerde cómo era ella, solo recuerdo que era muy bajita y que su nombre era el más hermoso que había escuchado en mi vida; aunque casi puedo asegurar que era muy peluda.

También es imposible recordar cuándo fue la última vez que la vi, nunca se despidió, desapareció casi al mismo tiempo que apareció mi hermana menor.

Creo que si estas alturas de mi vida Karla reapareciera podría sentir un poco de terror, sobre todo por el hecho de que a los años me di cuenta que inexplicablemente la única que la veía era yo.

Basado en mi vida real :)

Demasiado


Demasiado dramática. Demasiado inestable. Demasiado creativa. Demasiado fantasiosa. Demasiado mentirosa. Demasiado frágil. Demasiado ingenua. Demasiado loca. Demasiado ingeniosa. Demasiado irritante. Demasiado alegre. Demasiado payasa. Demasiado melancólica. Demasiado extraviada. Demasiado aguantadora. Demasiado exigente. Demasiado “valeverguista”. Demasiado compleja. Demasiado práctica. Demasiado “intrigosa”. Demasiado llorona. Demasiado insegura. Demasiado comprometida. Demasiado buena gente. Demasiado rencorosa. Demasiado egoísta. Demasiado accesible. Demasiado lejana. Demasiado buena. Demasiado mala. Demasiado triste. Demasiado particular. Demasiado anormal. Demasiado ruin. Demasiado cansada. Demasiado enérgica. Demasiado artera. Demasiado punzante. Demasiado volátil. Demasiado intensa. Demasiado atrevida. Demasiado tímida. Demasiado confundida. Demasiado desesperada. Demasiado ansiosa. Demasiado viciosa. Demasiado amigable. Demasiado carnal.

Cuantos demasiados más me hacen falta?

sábado, 7 de agosto de 2010

"A medias"


Cristina supo lo que es ser amada “a medias” durante toda su vida.

Cuando era pequeña compartía el amor de sus padres con 3 hermanos más, nunca logró ser de los cuatro la preferida de papá y mamá, estuvo muy cerca de serlo, ya que desde que nació cautivaba a todos con su belleza y con su inteligencia, pero aún así Cristina nunca cumplía con el último requisito que le permitiera ser amada completamente, por ejemplo no era la preferida de papá por el hecho de ser un poco torpe en los deportes, eso hacía que su hermana mayor fuera los ojos de su padre, por otro lado, tampoco era la preferida de mamá por que Cristina era un poco chillona al llorar y eso la exasperaba, por eso era su hermano menor el que iba junto a su mamá en cualquier reunión o evento familiar.

Luego Cristina conforme creció se rodeó de mucha gente que la estimaba.

Siempre responsable y con una actitud positiva Cristina era amada por todos, pero nuevamente “a medias”. Sus compañeros de trabajo al estimaban pero era casi seguro que ninguna estaría dispuesto a cubrirle un día de vacaciones, convidarle la mitad del sándwich del desayuno o darle un aventón a su casa, para su desgracia Cristina era espléndida pero pareciera que no lo suficiente.

Cristina tenía un grupo de amigos que la acompañan desde la secundaria, todos son muy unidos y han estado juntos en alegrías y en tristezas; todos quieren muchísimo a Cristina y ella los ama de una forma completa y sincera, pero inexplicablemente ellos la aman “a medias”: Cristina fue la única de todas sus amigas en la que no pensaron pedirle ser la madrina de alguno de sus hijos, nunca alguien del grupo pensó en Cristina como su madrina de bodas; la mejor amiga de Cristina, por la cual ella daría la vida, nunca la llama cuando necesita que alguien la escuche en medio de alguna crisis sentimental. Todos sus amigos hombres la ven como una gran mujer pero ninguno se arriesgaría a entablar una relación con ella, sienten que está un poco loca.

Ninguno de ellos saldría en su auxilio a media noche en una noche lluviosa, tampoco le harían el favor de cuidar su perro un fin de semana, ninguno de ellos la ama lo suficiente para hacer estos y otros sacrificios.

La vida siguió transcurriendo y Cristina que nunca se había percatado de su situación empezó a darse cuenta de ella en el momento que el corazón se le aceleró por primera vez, cuando literalmente conoció el amor.

Cristina se entregaba completamente en sus relaciones, era una mujer comprensiva, “chineadora”, graciosa, “casi” de otro mundo. Los hombres se sentían atraídos por ella de una manera instantánea, era como un tentador caramelo de miel que todos querían saborear en la boca, sin embargo muchos preferían no caer en la tentación, era demasiado buena para ser real, pensaban unos.

Cristina tenía un record insuperable de ocasiones en que un hombre la había dejado plantada en un restaurante, un bar o bajo un aguacero en la parada de buses. Cristina tenia la paciencia de esperarlos por horas para que después con el corazón hecho nudo se resignara a volver a casa sin siquiera una llamada del fulano disculpándose por el plantón.

Cuando los hombres veian a Cristian quedaban fascinados y siempre querían verla de nuevo, por eso le decían que al dia siguiente o el fin de semana la llamarían para que salieran a pasear, eso nunca sucedía, y la pobre Cristina se quedaba en casa en tacones, con las piernas cruzadas comiendo helado frente al televisor.

Todos, absolutamente todos la amaban “a medias”. Nunca nadie le propuso matrimonio, de todas sus amigas fue la única que no se casó, nunca nadie le llevó serenata, tampoco supo lo que es que alguien le dedicara una canción o le declarara su amor en una carta. Nunca nadie lloró de amor por ella, nunca nadie lloró por no poseerla, se rodeó de hombres que al final adoptaron el papel de amigos, que la querían “a medias”.

Ella sabía que se dice que siempre en las relaciones hay alguien que ama más, lo que no entendía era por qué siempre era ella.

Cristina no comprendía por qué nunca podía llegar a sentir que alguien la amaba completamente, siempre era buena pero no excelente, era maravillosa pero no extraordinaria, era algo así como una réplica exacta de un diamante pero hecha de plástico.

Cuando Cristina cumplió los 50 años se dio cuenta de que había podido sobrevivir a su necesidad de ser amada uniendo las mitades de amor que sus padres, sus amigos y la vida le habían dado.

Ya con 52 años se hizo acompañar de un caballero que curiosamente también la amaba “a medias”. El “esposo” de Cristina la apreciaba pero nunca le confiaba sus sentimientos, Cristina nunca escuchó salir de su boca ni siquiera un “te quiero”, él nunca se preocupó por saber de sus gustos, siempre le regalaba una bufanda en sus cumpleaños, y aunque él disfrutaba de su compañía ella sabía que su alma estaba reposando en otros brazos.

Cristina esperó hasta el final de sus días encontrar un amor completo, algunas veces pensó que tal vez lo hubiera encontrado en un hijo, que al ser sangre de su sangre debería heredar su capacidad de amar sin límites, pero nunca lo pudo comprobar.

Ahora Cristina ya no está, y ninguno de nosotros podemos asegurar que haya encontrado el amor completo y puro que anhelaba más allá de la vida, aunque esa es la esperanza con la que cerró sus ojos el día de su muerte.

Y así como fue su vida así es la lápida de la tumba de Cristina, la cual no tiene ninguna leyenda más que su nombre, porque al final nadie la amó lo suficiente para inmortalizar en su tumba su amor por ella.

jueves, 5 de agosto de 2010

Ideas al aire


Aveces me gustaría tomarme de la mano, asirme por la cintura, sentarme en un muro, salir corriendo y dejarme abandonada.

Aveces me gustaría sentirme capaz de sostener en brazos las cosas más hermosas que me atemorizan, sin tener miedo a corromperlas de alguna manera.

Poder tomar las tristezas, triturarlas y convertirlas en confeti de colores para luego tirarlas al viento, para que planeen sin rumbo.

Sé que tengo poca vida para tantas preocupaciones y me he dado cuenta de que maniobrar tantos problemas y temores es difícil y que cuando éstos se me escurren y se precipitan hacia el suelo revientan y parece que se esfumaran, por eso estoy decidida desdoblar mi regazo y dejar que todas caigan y se hagan mil pedazos.

Estoy decidida a que un día cualquiera me pondré de pie en medio de la nada, con los pies juntos y la cabeza erguida, extenderé los brazos hasta donde el alma aguante, cerraré los ojos, escupiré un suspiro y esperaré aquello que el destino envíe a mis brazos.

Muy en el fondo espero que seas tú lo que llegue a mi encuentro.

Quiero tener la certeza de que los surcos que bordean las comisuras de mis labios sean la prueba de que en mi rostro se han esbozado mil y una sonrisa, de que las ojeras que cuelgan de mis ojos son resultado de velar tu sueño, que mi universo es tan vasto y escarchado como cuando tenía 5 años.

Quiero escribir sin guión definido, quiero gritar improperios sin restricción alguna, quiero ser yo con o sin maquillaje, siendo bella o deslucida, siendo espléndida o arrogante, ser yo a capela.

Quiero tapizar mi cielo con tus fotos, que hacia donde mire vea tu rostro; quiero contarte un secreto al oído mientras muerdo tu oreja, quiero decirte todo lo que siento.

Me gustaría desaparecer un año completo y saber si alguien extraña mi presencia, quiero saber lo que saben los muertos, quiero saber quién llorará sobre mi sepulcro.

Quisiera vivir en una caja de música, que me parezca estridente su dulce melodía, que la oscuridad de su interior sea mi compañera, y que el terciopelo que la cubre me acaricie el cuerpo.

La vida es tan corta, y mi cuerpo carnoso tan limitante, quiero beber elixir embriagante que me haga olvidar las limitaciones trazadas, que me haga olvidar tus palabras, que borre de mi cabeza lo que nunca quise ver.

Quisiera ser insignificante, tanto como para que no te enteres de que vivo en la cuenca de tus ojos.

Quisiera see insignificante, así como me siento en este momento.

martes, 3 de agosto de 2010

Quiero volver


Quiero volver a los días aquellos donde mi mayor falta grave era apretar nerviosamente un papel donde había copiado la materia de mi primer examen en la escuela: A, E, I, O, U.

Me gustaría volver a aquellos días cuando no necesitaba de maquillaje para ocultar sentimientos destrozados, esos días donde era bella, pequeña, delicada, cuando se apoderaba de mí la infantil belleza del que desconoce todo mientras no se percata que tiene todo un mundo a sus pies.

Quiero volver al tiempo donde pensaba que mi madre había nacido siéndolo, que mi abuela nunca fue niña y que la noche y el día eran tiempos igual de perfectos para jugar libremente.

Quiero volver a reírme viendo los cartoons de la mañana, comer tortillas con mantequilla y mancharme la gabacha, soplar con saliva y lágrimas los raspones de mis rodillas tierrosas.

Daría un día entero de mi vida por volver a subirme a los árboles y comer lo que encuentre, poder orinar rápidamente frente a mi casa porque si voy al baño me sacan del juego, ir al bar de la esquina, entrar como si nada, tomar un refresco y pedir que se lo cobren a mi progenitor.

Quiero volver al tiempo donde lo material no era importante, donde no me temblaba el pulso para rayar mis muñecas, pintar en las paredes o compartir mis juguetes.

Añoro cuando todo me parecía enorme: el espacio debajo de la mesa, el escondite debajo de la cama, el espacio debajo de la guantera del carro, la piscina donde me llevaban de paseo, todo era monumentalmente extenso.

Añoro la emoción pura de mis emociones infantiles: la risa desmedida, la alegría descontrolada y torpe, el llanto desgarrador y profundo, el miedo tenaz y punzante, la vergüenza acalorada, el egoísmo imponente y retador, la ternura antojadiza.

Pero tal vez lo que más añoro es la capacidad de reconocerme siempre, ante un espejo, ante una situación, ante la vida, nunca cuestionarme en que me he convertido, en qué momento dejé de ser yo para ser alguien más, estar convencida siempre y en todo lugar que yo soy la que vibra en este cuerpo.