Qué es una MAN KILLER?

Una Man Killer es una mujer dinámica, enérgica, inteligente y decidida. Es la perfecta compañera para lograr las metas en común y tener libertad para lograr las personales.


Una Man Killer nunca será sumisa ni torpe al hablar, su voz es fuerte y decidida, sabe lo que quiere, lo que le beneficia y sabe cuando dejar atrás lo que no la ayuda a ser mejor.

Como todos una Man Killer tiene sus días malos, pero de ella misma depende de que solo sea eso, un día...


lunes, 19 de abril de 2010

Déjame

Cuando escuche música déjame bailar al ritmo de mi corazón, sin la cadencia y gracia de un bailarín experto, llegará el momento en que mis pasos torpes no serán bien vistos.

Déjame chillar cuando algo me haga daño, cuando algo me moleste y me irrite, llegará el momento en que los demás callarán mis gritos y harán oídos sordos a mis quejas.

Déjame reír desaforadamente, deliciosamente y sin medida, llegará el momento en el que tendré que apaciguar mi algarabía y emplasticar mi sonrisa para que no sobrepase los límites de lo permitido.

Cuando me des de comer déjame meter las manos y saborear con el tacto lo que otras manos han cosechado, llegará el momento en que sólo por medio de utensilios fríos de metal podré llevar bocado a mi boca.

No me obligues a besar o abrazar a quién no quiero, déjame amar a quien siento que me ha amado, llegará el momento en que el beso de mi boca se prostituya y que llame amor a todo lo que me puede parecer que lo es.

Déjame llorar hasta que se me contraiga el pecho, hasta que me corran los mocos y la saliva por las mejillas y el mentón, llegará el momento en que en las horas oscuras tendré que hundir la cabeza en la almohada para que no me escuchen sollozar.

Déjame morder los dedos de mis pies y jugar con ellos, llegará el momento en que tendré problemas hasta para atarme los zapatos.

No me obligues a hacer mis gracias y trucos frente a todo el mundo, déjame hacerlo por iniciativa propia, llegará el momento en que me veré obligado a hacer los trucos que los demás me impongan a cambio de un salario.

Deja que me queje cuando quien me alza o abraza es alguien no grato para mí, llegará el momento en que me tendré que conformar con vivir rodeado de necios, ignorantes y arrogantes que constantemente me estarán picoteando los ojos.

Déjame ser dulcemente femenino y tiernamente masculino, déjame ser sutilmente asexuado, llegará el momento en que lo dulce y tierno de mi ser dictará de qué sexo me ve la sociedad.

Deja que me arranque las prensas del cabello o que tire al suelo mi gorra, llegará el momento en que me tendré que regir por una etiqueta y un protocolo.

Déjame comer tierra, coleccionar piedras y besar periquitos, llegará el momento en que necesitaré de aventuras de infancia que contar.

Déjame temblar de miedo y llorar de angustia a causa de la lluvia, el trueno o el monstruo del armario, llegará el momento en que le perderé el temor a lo que debería temerle de por vida.

Déjame decirte “te amo” mil y una vez aunque estés cansado o se te queme la cena, llegará el momento en que no nos tengamos mutuamente para decirnos cuanto nos queremos.
Con amor para Emily

jueves, 8 de abril de 2010

La gula y la hambruna

La gula y la hambruna son hijas del caos; la desigualdad ha sido su madre, quien las ha cobijado bajo su seno por siglos.

Desde siempre hermanas inseparables, letales en su andar y en su haber, carnívoras por naturaleza, carroñeras de voluntades.

Ambas pecan de homicidas y de tener técnicas de tortura extremadamente diferentes.

Como todas las hermanas guardan sus similitudes, pero en sus diferencias están sus mayores fortalezas. La sociedad las ha unido cual siamesas, deambulan del brazo quebrantando voluntades y apagando las llamas de la vida de los simples mortales.

Es casi imposible saber quién es la mayor de las hermanas, ya que aunque a simple vista su personificación sea totalmente opuesta, la magnitud de sus obras a lo largo de la historia las hace inmensurablemente parecidas, en antigüedad y en trascendencia.

Parientes del exceso y del extremo, gula y hambruna se devoran mutuamente la cabeza de cuando en cuando y se desgarran con un grito mudo las gargantas; viven apiladas una encima de otra y despiden un hedor particular.

Gula se hace acompañar la mayoría de las ocasiones por la abundancia y el egoísmo, y con ellos perpetúa un aquelarre de excesos, incapaces de ser soportados por lo frágiles cuerpos de los seres humanos, que tarde o temprano explotan ante su propia voracidad.

Y así en esa seductora danza donde todo se tiene a granel es donde el hombre muere ahogado en sus propios excesos, muere asfixiado por los latidos de un corazón seboso, muere encerrado en un cuerpo inmanejable, muere sofocado entre mares de placebos con los cuales busca calmar los estragos que ha cometido a sí mismo. Es cuando cesa la música de esta danza, que ha bailado durante tantos años, que el hombre se comienza a despertar de su libertinaje oral, donde solo supo satisfacer su voracidad, violentando sin misericordia su materia; sin embargo la gula como todo castigador silencioso y calculador marca a estos desdichados con secuelas difíciles de borrar, que los incita a volver al vicio del desorden, del caos, del exceso.

Protegiéndose de la luminosidad del día, sentándose a la sombra de la gula, la hambruna repasa con su mirada las atrocidades de su hermana; mientras que con su largo, frío y exageradamente delgado dedo índice escarba la piel adherida a los huesos de aquellos que a falta de bocado murieron entre las grietas de la tierra marchita y polvorienta.

Tan ávida como letal, la hambruna se filtra entre las desesperanzas de aquellos que no ven más futuro que la noche del día que los abruma.

La hambruna masajea los huesudos hombros de los desvalidos sólo para posar sobre ellos sus largas piernas y hacerse cargar como un niño indefenso. De semblante incoloro, se mueve con gracia demoníaca, acertando con exactitud el dardo de la agonía en aquellos que ve doblar las rodillas en medio de la desolación.

No hay alivio que calme los clamores internos de un cuerpo sediento y colapsado, no hay esperanza de vida eterna que doblegue la necesidad del cuerpo terrenal de los que nacieron desnudos y despojados; no hay descanso en esta vida para aquellos que viven en compañía de la hambruna.
La hambruna recorre kilómetros a través de la tierra creando a su paso ejércitos de esqueletos acorazonados y temblorosos, que arrastran sus pies mientras caminan sin destino. Ara con sus dedos la tierra y la revuelve exponiéndola al sol, para que ésta se quiebre y desista de producir alimento.

La hambruna se revuelca entre la pobreza y la miseria y con ellas consume la vitalidad de lo que las rodea, no conocen límites, son asesinas seriales sin misericordia.

Se vigoriza cuando se aliada con la guerra, quien es su musa predilecta, a la que dedica sus mayores devastaciones.

Con movimientos de una rapidez sobrenatural la hambruna liquida segundo a segundo a sus víctimas, mientras se retuerce de rabia y se irrita al observar la indiferencia de su hermana ante sus brutalidades.

Viviendo en el pecado, abandonándose al deseo, al placer, al apetito, la gula comparte hasta la intoxicación con los comensales de una gigantesca mesa. Ignora a su hermana de forma casi inconsciente, porque no puede derrochar atención en algo que no sea el vicio de atiborrar sus entrañas.

La gula es sin duda la hermana más complicada.

Es la que acoge a los súbditos más complejos, bajo su reino se consumen aquellos excedidos en la bebida, los excedidos en el lujo al comer, los glotones que comen más de lo que necesitan, los que vorazmente engullen sin importarles lo demás, incluso los que desperdician el alimento están al mismo nivel de los que comen más de lo que deben.

Es también la psicóloga, la psiquiatra, a la que acuden para llenar vacíos y desesperanzas, la que bachea las carencias emocionales y rellena con avidez los espacios vacíos donde deberían habitar el amor, el cariño, la paz, la fé.

La hambruna y la gula son hijas del caos y de la desigualdad, pero estos son simples padres adoptivos que han hecho germinar un fruto que proviene de nuestra propia carne, de nuestro “ser integral”, un ser que involuciona, que se desmiembra con el pasar de las décadas y que pierde su equilibro.

El desmembramiento de nuestro ser integral, que en otras palabras es la misma humanidad, es la decadencia de nuestra conciencia social, es pasar de nuevo al “yo” y dejar atrás el “nosotros”, es sufrir de ceguera egocéntrica y no percatarse de la putrefacción acaecida en los miembros, que aislados no son capaces de sostener la estructura general, es algo así como querer blindar un cerebro con paredes hechas de papel de china. El desmoronamiento de esos miembros es el preludio de nuestro propio declive.

Y mientras poco a poco algunos despertamos de nuestro letargo milenario y caemos en la cuenta de lo que nosotros mismos hemos propiciado, la hambruna y la gula seguirán rodando por el mundo, armadas hasta los dientes, desgarrando carne y hueso y apuntándonos con un dedo acusador, mientras se ríen de nosotros en nuestras propias caras.