Qué es una MAN KILLER?

Una Man Killer es una mujer dinámica, enérgica, inteligente y decidida. Es la perfecta compañera para lograr las metas en común y tener libertad para lograr las personales.


Una Man Killer nunca será sumisa ni torpe al hablar, su voz es fuerte y decidida, sabe lo que quiere, lo que le beneficia y sabe cuando dejar atrás lo que no la ayuda a ser mejor.

Como todos una Man Killer tiene sus días malos, pero de ella misma depende de que solo sea eso, un día...


lunes, 19 de julio de 2010

DIOS


Luego de mucho pensarlo y de haber revuelto y ahogado más de una vez esta teoría en la tazas de té de media tarde se me hace casi más certero el hecho de que Dios ha diseñado una serie de pruebas las cuales aplica de manera aleatoria a mi existencia.

Cuales son los motivos que lo han llevado a esto? Ni idea, sus motivaciones son tan divinas e invisibles como su propia existencia, pero suelo pensar que su posición frente a mí radica del simple hecho de que está harto de que lo jorobe tanto, que está harto de mi versión pachanguera del libre albedrío.

Pues es así como he detectado que Dios ha comenzado por hacerme pasar pequeñas pruebas que en sumatoria desequilibran mi ya automatizado estilo de supervivencia.

Percibo la mano divina, siento en el aire como flota la esencia de un autor intelectual carente de carne y hueso, que lleva hasta su diestra mi humilde e insignificante existencia, siento como me toma de un brazo y de una pierna y empieza a jalar cada extremo para averiguar que tanto me puedo estirar.

Es en ese preciso momento cuando en mi realidad terrenal siento como las cosas se empiezan a tornar color de hormiga, se ponen peludas, se ponen espesas. Es también en ese preciso momento en que Dios espera que ponga a trabajar los dones de raciocinio y creatividad que nos hacen tan únicos. Aveces sus mejillas se contraen dando paso a una angelical sonrisa, un gesto de satisfacción por mi reacción ante su prueba, otras tantas se lleva las manos a su inmaculada cabeza, se jala sus blancos cabellos y se “rasga las vestiduras” al ver mi bestial reacción.

De vez en cuando, como resultado de estas animaladas me manda una patada, para que me despierte y no pierda el rumbo, porque está en su naturaleza ser misericordioso, punto a favor nuestro.

Yo se que ÉL estaría más complacido si escuchara de mí más a menudo, si lo buscara con más ahínco y más fervor, si le pidiera más favores, si le agradeciera aún más y si callara un poco mis lamentos e incomodidades; por eso espero que en mi torpe oración, en mi ruego sincero, en cada vez que lo nombro en mi mente y le cuento mis desventuras encuentre la esencia de mi sentir, de mi amor eterno.

Lo confieso


Confieso que canto (o ronco?) canciones de hace 500 años, como “Venus” de Avalon o “I'm Sorry” de Brenda Lee, y aunque nadie me lo crea, no contesto teléfono cuando éstas suenan.

Confieso que me encanta caminar bajo la lluvia, sola o acompañada, a paso lento y alivianada.

Confieso que me ataca el hipo siempre que tomo el primer sorbo de Coca Cola, que me gustan las botas altas, los libros de terror y ver resúmenes deportivos.

Confieso que odio levantarme tarde un fin de semana, que me gusta descansar en el sofá de la sala, boca arriba, mientras Surimi, mi perra, se echa encima de mí, ambas con la mente en blanco.

Confieso que tengo adicción al chocolate, que me deleita cómo suena mi nombre, que me gusta usar medias largas y que me siento asfixiada un domingo en la casa.

Confieso que aveces me quedo dormida mientras escribo, que según mi jefa tengo los sueños más extraños que ha oído, que me lavo los dientes al llegar a mi casa para que no me den ganas de comer mucha cochinada.

Confieso que se me olvidan los secretos que la gente me comenta, que me aburren las cosas de “nenas”, que amo andar descalza y que se me olvidan los cumpleaños.

Confieso que me gusta el arroz con leche frío, la olla de carne añeja, la manzana roja con limón y que detesto el café.

Confieso que tengo cierta debilidad por los hombres, me desvelo por los perros y pierdo las llaves de mi casa con frecuencia.

Confieso que me encanta andar en pijama, fantasear en voz alta y caminar sin rumbo fijo.

Confieso que hay alguien que me gusta pero que me ignora, que odio los peluches y a los hombres con mala ortografía.

Confieso que me gusta “Las Meninas” de Velasquez, “Dance” de Mucha y “El Beso” de Klimt.

Confieso que aveces me dan ganas de fumarme un habano, de no peinarme a diario, de correr envuelta en un paño; de darle un beso apretado a un extraño, de comerme algo sin pagarlo.

Confieso que me gustan los dulces, que me aturden los metiches, que me gusta reventar espinillas, que me peso una vez al día, que aveces me duermo sin lavarme los dientes, que todos los días desayuno cereal con leche.

Confieso que casi no veo tele, que me gusta pintar en las paredes, que me siento fuera de lugar muy frecuentemente, que mi papá me asusta cuando me habla fuerte.

Confieso que le debo plata a todo el mundo, que me gusta escaparme de la rutina sin previo aviso, que no soy capaz de comprar lotería y que siempre llevo mi propia bolsa al súper.

Confieso que no sé silbar, que he sufrido dos parálisis faciales y que siempre pierdo las apuestas (bueno, casi siempre).

Confieso que soy una descarada, que no tengo problemas en sentirme consentida, pero que a la vez no me gusta que se acerquen demasiado a mí.

Confieso que todo se me olvida, que tengo problemas con la disciplina y que a pesar de todo existe gente en este mundo que me ama, y es a esa gente a la que le digo Gracias!.

domingo, 4 de julio de 2010

Vamos, sentémonos a conversar


Vamos, sentémonos a conversar.

Acerca la silla que descansa su respaldar en la fría pared y calienta con tu cuerpo su forro de cuerina. Haz de cuenta que es la primera vez que tratamos de no ir al punto sin sentir que nos queman las ansias por dentro.

Yo prefiero sentarme en el suelo, frente a tí, así si algo de lo que te diga te sonroja podré ver tu deliciosa expresión.

Puedo meter mi pie entre el ruedo de tu pantalón?, si eso te desconcetra házmelo saber.

Lánzate al abismo, saca el primer tema de conversación de nuestra velada, que entre nosotros las palabras fluyen como ríos caudalosos sin control, y con la misma fuerza de una despiadada cabeza de agua se llevan al tiempo entre sus garras.

Es inevitable no seguirte el verbo, me atrapa el olor de tus pensamientos.

Hablamos por horas, sin mirar el reloj, sin recordar compromisos, sin pensar en consecuencias, por que la peor de ellas, en este momento, es no poder soltar al aire las palabras que ahora revolotean frente a nosotros; no podemos privar a nuestras gargantas de sentirse rozadas por ellas.

Inclinate un poco, dame un beso que me alerte de que el tema se ha consumido y tenemos que comenzar otro. Mirame como quién no piensa en nada pero abarrota su mente de pensamientos, pensamientos que no van más allá de este pequeño lugar.

Quieres vino para apaciguar la resequedad de tu boca?, aunque disimulas puedo notar que lo necesitas; para seguir hablando de cosas que nadie más entiende hay que humedecer el cuerpo.

Te propongo un tema, el cual siempre aceptas, sabes que al final terminaremos por hablar del mismo tema al cual llegamos todas nuestras noches.

Me pones en jaque, insistes en desbalancearme, quieres ver que tan frágil puedo llegar a ser y me bombardeas con frases y datos, esperas que mi respuestas estén a la altura de tu apuesta, de la apuesta que hiciste al quedarte conmigo.

Nunca he guardado silencio, te veo directamente a los ojos y aunque sé que notas como me derrito por dentro te expongo mi punto de vista, mi opinión, te das por satisfecho y continuamos con nuestro idilio verbal.

Y así transcurren las horas, y aunque resentido el cuerpo pide descanso hacemos caso omiso a su reclamo, por que cada noche es como si fuera la última, y así podría ser.

Acercame mi cartera, es tarde y me quiero ir, pero mientras lo haces sigue hablando y si notas que bajo mi cabeza no te sientas mal, es sólo que quiero verme para poder constatar de que realmente estoy aquí, de que no estoy soñando.