Sentada, solo esperando, sin hacer mucho ruido, en medio de la algarabía nocturna fumándome un cigarro mental; tarareaba en voz baja la canción “Fly me to the moon” cuando de pronto en el bar comenzó a sonar la tonada y la canción que bailaba por mi mente se escuchó por los alto parlantes.
Sorprendida abrí los ojos y cerré el pensamiento: nadie me garantizaba que así como la canción se escapó de mi cabeza no se iban a escapar los pensamientos que estaba teniendo y que estos tan entregados como descarados se escucharan claros y fuertes por todo el lugar.