Qué es una MAN KILLER?

Una Man Killer es una mujer dinámica, enérgica, inteligente y decidida. Es la perfecta compañera para lograr las metas en común y tener libertad para lograr las personales.


Una Man Killer nunca será sumisa ni torpe al hablar, su voz es fuerte y decidida, sabe lo que quiere, lo que le beneficia y sabe cuando dejar atrás lo que no la ayuda a ser mejor.

Como todos una Man Killer tiene sus días malos, pero de ella misma depende de que solo sea eso, un día...


martes, 23 de febrero de 2010

RENUNCIO

Renuncio a cualquier intento de seguir aparentando lo que no soy, a seguir siendo dulce de día y amarga de noche, a vivir en la condescendencia para evitar la trifulca, a decir que sí cuando de mi boca se resbala un rotundo no.

Renuncio al hecho de no poder hacer oídos sordos a las necedades de los ignorantes y a tener que aplaudir las mediocridades, a recompensar al menos esforzado y a sentir lástima por todo aquel que la sociedad señale con su frío dedo acusador.

Me rehúso a tener que seguir usando zapatos cuando me matan las ganas de sentir las piedras de la vida hundirse entre la carne de mis dedos, me resisto a seguir siendo obediente cuando lo único que me llena es la irreverencia del desacato.

Me niego a seguir en la fila cuando lo único que quiero es correr paralela a ella palmeando la cabeza de los somnolientos que la siguen, me niego a pintar sólo sobre papel cuando quiero llenar el mundo de colores.

Me opongo a tener que tararear cuando solo quiero cantar hasta que se me desgarre la garganta, me opongo a tener que seguir llorando a escondidas y en la penumbra cuando lo único que quiero es que el mundo entero se entere de mi dolor.

Me niego a silenciar mi opinión cuando lo único que me importa es que ésta sacuda mentes.

Renuncio a la idea de ser alguien que no quiero ser, renuncio a mi vida perfectamente confortable a cambio de un poco de tempestuosa inestabilidad.

Renuncio a mi utópica realidad sólo para poder sentir un buen golpe en la cara. Renuncio a las mentiras piadosas que me receto a diario a cambio de un futuro retador e incierto.

Renuncio a tener los pies aprisionados a la tierra para saltar al vacío de la aventura infinita.

Me rehúso a seguir bostezando cuando hay suspiros amontonándose en mis pulmones, a doblar las rodillas para recoger mis frutos cuando los más jugosos se yerguen en los árboles por encima de mi cabeza, a no poder amar con la intensidad que necesito sin tener miedo a no ser correspondida, a no reírme de mi inmensa y sabrosa estupidez.

Me niego a suicidar la dosis de inocencia que aún habita en mis adentros, a desaparecer el dulce que guardo bajo mi almohada.

Renuncio al feminismo enfermizo sólo para dejar salir a mi hombre interno a tomar una cerveza en el bar.

Renuncio al tortuguismo mental y al despilfarro de cerebros, a la duda frente a lo obvio, a las preguntas estúpidas.

Renuncio a los silencios vacíos que duren más de dos minutos, a la soledad que no sea restauradora, a la agonía ante lo inciertamente hiriente.  

Me rehúso a tener unos dientes perfectos y alineados cuando mi sonrisa debe ser muda, correcta e insípida.

Me rehúso a tener que callar mi carcajada cuando ésta es la única que sabe lo feliz que puedo estar.

Me niego a pesar menos para encajar más.

Me niego a dejar mis vicios porque me recuerdan lo humanamente imperfecta que soy.

Renuncio a pagar por pecados ajenos, que cada quien se queme en su infierno particular. Renuncio a mi inmunidad para pagar los delitos cometidos.

Me resisto a la idea de que no existen castillos en el cielo, sirenas en el mar, otros como yo y otros como tú.

Me niego a terminar de madurar, a dejar de correr bajo los aguaceros, a bañarme los domingos, a escribir lo que pienso, a demarcar límites, a sentir vergüenza, a dejar de escuchar música de viejitos.

Me niego a la idea de que no puedo ser diferente al resto y que debo seguir el patrón de vida del rebaño social del cual soy parte.

Me rehúso a negar mi existencia y a mantenerme en el exilio.

Y vos, a que renunciás?

lunes, 22 de febrero de 2010

"Soy la plañidera del lamento de la muchedumbre"

Cuando una mankiller llora acompañada de un cigarrillo le brotan de los ojos lágrimas grises, lágrimas de ceniza.

Una mankiller sabe lo que es llorar amargamente con o sin razón, sabe llorar a todo pulmón sin emitir menor quejido, sabe gritar en el más espeso silencio sepulcral.

Cuando una mankiller llora se hace cómplice del dolor, lo deja fluir por sus venas, deja que el coagulante y frío veneno de la tristeza le presione y solidifique el corazón. Ella conoce y llora dolores propios y ajenos, es plañidera del lamento de la muchedumbre, se viste de grises y azules para acompañar al desconsuelo.

Sus lamentos no conocen reserva, se extienden como largos cabellos que azotados por el viento latiguean el rostro. Así como es capaz de entregarse al amor lo puede hacer ante la amargura más pura, aquella que la descorazona.

Su pena es infinita, su agonía vitalicia, su pasión inagotable. El duelo de su corazón es una dulce angustia, un drámatico impulso o latido brutalmente poderoso que le recuerda que la vida duele, que la vida golpea, que la vida te despierta de los sueños más añorados.

Cuando una mankiller llora sin poderlo controlar, sin saber porqué, sin respetar lugar, lo hace con tal sentimiento que su pesadumbre impregna el ambiente, sus ojos se llenan de humo, de rojas venas abultadas, de palabras entrecortadas ahogadas en húmeda melancolía.

Cuando una mankiller derrama sus lágrimas y las esparce en el tempestuoso viento no sabe que su pena tiene una razón más allá de la que ella misma creó, que la pantomima que ha levantado solo esconde un verdadero pesar. El humo que de sus labios sale tiene gotas de lluvia y reproches inaudibles, lleva también resentimiento e impotencia.

El humo que le ahúma los ojos se escapa con rapidez y le recuerda que así como éste escapa despavorido hacia el cielo, así su tristeza desaparecerá si darle explicaciones y que acechadora le aguardará hasta una próxima ocasión.

La mankiller necesita llorar de vez en cuando, sin guión alguno, a capella y con sentimiento, debe de cumplir un proceso de catarsis a corazón abierto.

Si la ves déjala llorar hasta que le duelan los pulmones, déjala llorar hasta que se le contraigan las manos, déjala llorar hasta que pida tu auxilio, déjala llorar hasta que se seque por dentro.

domingo, 21 de febrero de 2010

De "Nenas" a "Rockolas"

Hace unos días atrás escuché a unas contemporáneas inquietas por conocer un nuevo bar que apareció en el rutinario paisaje urbano de manera casi mágica y que inmediato captó una considerable afluencia de personas.

Pues recordando esa conversación decidí proponer ir al citado lugar como destino de una salida con un estimable amigo.

Me adelanté un par de horas a la hora establecida para el encuentro por lo que decidí esperar a mi amigo ya en el bar y poder ir midiendo el lugar y determinar si este merecía formar parte del top five de los sitios nocturnos de preferencia de los viernes de juerga, conocidos más comúnmente como “viernes de rapiditas”.

Al llegar sitio me encontré el primer inconveniente: el parqueo es una mierda. Como el bar se encuentra en un centro comercial cuya fachada da a una calle principal resulta un poco complicado el maniobrar para quedar perfectamente alineado con los demás vehículos en un solo intento y con la rapidez necesaria, como si se tratara de apartar las manos de un sartén caliente que escupe aceite hirviendo. Superado el pequeño percance que terminó en un rasponazo de llantas al filo de la acera subí al segundo piso del centro comercial y me topé con dos guardas, full traje negro, de semblante rígido, queriendo apantallar de agentes espías o algo por el estilo. Paso por la requisa de rigor y me dispongo a adentrarme en esta nueva aventura llamada Bar Nena.

De entrada al abrir una un poco pesada puerta con vidrios polarizados negros te recibe una cortante ráfaga de estruendos que en decibeles aceptables se le llama música. Literalmente tal estruendo te pone los pelos de punta y sientes como si alguien te propinara una cachetada. Al caminar sentí como si lo hiciera en medio de la famosa colina verde de los wallpapers de Microsoft, contra viento, llevando un enorme paraguas amarillo abierto y un escandaloso vestido magenta de mil vuelos. Casi pude sentir como la brutal vibración de la música me sacudía las menudencias y me hacía retroceder el paso.

Pasaron varios minutos para que mis oídos se acoplaran a las aturdidoras melodías del lugar, era algo así como si te salieran branquias, alas o escamas de un pronto a otro solo para que puedas adaptarte a un medio.

Pedí una soda al hombre de la barra, éste me envío en línea recta a la siguiente parada de abastecimiento ya que en sus dominios no existía algo llamado soda. Cruzar el lugar de lado a lado me resultaba una travesía titánica en ese momento: tener que esquivar aquellos cuerpos serpenteantes, lidiar con uno que otro idiota a punto de regar la cerveza y escuchar los chillidos de niñas que se secreteaban a viva voz me parecía una experiencia más que una torturadora.

Cuando llegue al otro extremo pedí mi soda; una pequeña adolescente se colocó a mi lado y entre gritos y risas pidió un “Malibull”. La nena zarandeaba de un lado al otro un arrugado billete mientras una amiga la sostenía de la cintura, como tratando de apaciguar su explosiva energía. Yo por mi lado saqué desconfiadamente mi billetera y extraje un aplanchadito billete, doblado en cuatro, así como mi mami me había enseñado a hacerlo, y pagué mi bebida. No había forma de que algo me hiciera sentir más vieja de lo que me sentía, más señora de lo que me veía y más old fashion de cómo me expresaba o eso creí hasta que tocó de nuevo atravesar todo el bar para buscar un lugar donde esperar a mi amigo.

Mientras caminaba sentí como todos los años se me vinieron encima, me atropellaron violentamente, sentía que cada gesto, movimiento de labios o de ojos de mi rostro me creaba una arruga, un surco perfecto atravesando mis párpados, mis mejillas, las comisuras de mi boca.

Sentía como palpitaba mi corazón, como me pesaban los brazos, como me aferraba al vaso de agua con gas como si fuera el ancla que no me dejaba caer de un peñasco, incluso sentí como mis senos de joven adulta desentonaban ante las escuálidas y larguiruchas figuras de las delicadas jovencitas, como mis anchas caderas, mi abdomen abultado y mis gruesas piernas parecían una aberración a la regla de ser perfectamente anoréxica. Me sentí como si fuera de otro país, otro planeta, otro universo.

Gracias a Dios los martirios no duran para siempre y cuando mi amigo entró al lugar, luego de pasar por el mismo shock que experimenté yo al entrar a tal barullo me rescató del sitio.

Como cualquier anciana de mi edad, terminé la velada escuchando oldies, los cuales si te percatas son aquellas canciones con las que naciste, tomándome una soda, con la música a un volumen que permitía conversar y rodeada de gente que más que contorsionarse corporalmente para llamar la atención lo hacía intelectualmente.

Estábamos en Rockolas en Curridabat, estabamos en “nuestro charco”, enlazando anécdotas con cada pieza musical que escuchábamos, hablando de nuestros achaques y problemas en el trabajo, riéndonos de nuestras canas, apaciguando los nervios después de pasar por la “Nena”.

Y así fue que después de entrar al baño, hacer del “uno”, lavarme las manos y mirarme al espejo me dije: cómo es la vida, tan rápido y sin darnos cuenta hemos pasado de “Nenas” a “Rockolas”.

sábado, 20 de febrero de 2010

No te necesito

No te necesito porque si así fuera no estaría escribiendo esto, estaría probablemente tumbada en el sillón contando las palomillas que vuelan en círculos alrededor del bombillo.

No te necesito porque si así fuera no podría contarme a mí misma todas las cosas que siento y que quiero sin necesidad de que alguien más las sepa.

No te necesito porque si así fuera ya no tendría valor para mí una tarde de espeso calor y un libro que cuente mentiras piadosas.

No te necesito porque si así fuera no podría encontrar relación entre la música y el amor, entre un beso y un silencio, entre un cigarro y la impaciencia.

No te necesito porque si así fuera podría mandar a volar mis lápices de color sin temor a sentir remordimiento por ello.

No te necesito porque si así fuera no percibiría la paz de caminar bajo la lluvia.

No te necesito porque si así fuera mi inspiración se dormiría frente a la computadora antes de teclear palabra.

No te necesito porque si así fuera te pediría que pagues lo que debes.

No te necesito porque si así fuera pasaría de rodillas pidiendo un milagro.

No te necesito porque si así fuera no podría despegar los ojos del suelo y sentir que me carcome el arrepentimiento.

No te necesito porque si así fuera terminaría esta farsa y sería capaz de hacer borrón y cuenta nueva.
 
No te necesito porque si así fuera no podría terminar de leer un libro, tararear una canción, robar un beso.

No te necesito porque si así fuera no podría dejar mis sandalias y correr por el pasto verde y húmedo.

No te necesito porque si así fuera tendría más valor tu martirizante silencio.
No te necesito porque si así fuera tendría degollado el corazón.

No te necesito por que sí así fuera no podría ser capaz de admitir que me muerdo la boca para no decirte lo mucho me molestas, lo que te odio, lo que te quiero.

jueves, 4 de febrero de 2010

Abrazos Rotos

"He experimentado de todo, y aseguro que nada es mejor que estar en los brazos de alguien que amas". 
 - John Lennon

Vengo llegando de ver una de las últimas películas de Almodovar llamada Abrazos Rotos y aunque al principio no encontré relación entre el título y el contenido de la película concluí que el término es muy ambiguo y "espeso" como para delimitarlo facilmente.

Que es un abrazo roto? Bueno creo que antes de poder entender que es un abrazo roto deberiamos definir que es un abrazo, el problema es que la respuesta a esta interrogante es aún más vasta en ambiguedades que la primera.

Para mí un abrazo es una acción dulcemente calculadora de la cual nos valemos obtener algo a cambio. Nadie da un abrazo sin esperar algo a cambio. Nadie.

Esperar algo a cambio no significa que eso que se obtiene sea para mi único beneficio, este algo puede ser compartido o puede beneficiar a otros, pero siempre existiera un producto final.

Tenemos la total certeza del poder de un abrazo, sabemos que los abrazos terminan con la ira, adormecen a los niños, doblegan el dolor, calman la ansiedad, brindan protección, intercambian calor, despiertan líbidos, abastecen la necesidad de contacto físico, maquillan sentimientos, maximizan emociones, silencian bocas.

Una madre por ejemplo abraza a su hijo esperando calmar su dolor, un esposo abraza a su esposa esperando que ella se sienta protegida, un anciano abraza a su nieto añorando sus propios años de infancia, un socorrista abraza a una mujer cegada por el dolor con el objetivo de apaciguarla y así durante toda nuestra vida caeremos victimas voluntarias de los abrazos y seremos también creadores de millones de ellos, todos destinados a obtener un resultado específico.

Ahora, que pasa con los abrazos rotos?

Basada en mi propia hipótesis de lo que un abrazo puede significar, un abrazo roto es la no obtención de mi objetivo, es no ser correspondido. Un abrazo roto es la no reciprocidad, es como chocar de frente con una pared, es como pagar por algo que nunca te vendieron.

Has sentido alguna vez un abrazo roto? Yo sí y  bastantes! y son horribles.
Es una sensación que te invade como veneno en el torrente sanguíneo, es como un corto circuito en varias partes del cuerpo.

Y es que cuando te entregas al momento del abrazo esperas recibir un gesto de igual intensidad, no precisamente este debe ser un abrazo, puede ser el término del llanto, una sonrisa franca, unos ojos agradecidos, un tierno beso, etc.

Pero cuando el abrazo se rompe, la reciprocidad se quiebra, se extingue.

Si el abrazo tiene un poder mayoritariamente positivo en nosotros, un abrazo roto lo tiene tambíén pero de forma antagónica. Sentir que el abrazo no fue correspondido nos coloca en una posicion de desventaja y debilidad, incapaces de tener forma de reaccionar con naturalidad ante el hecho de que no siempre obtienes lo que quieres, de que no siempre la gente nos quiere como queramos que nos quieran, y pasamos días enteros cuestionándonos el por qué de la indiferencia.

Yo no regalo abrazos, los míos tienen precio, el precio lo impone la misma persona que lo recibe, la persona que lo merece.

Aveces siento que es más sencillo prostituir los besos que los abrazos, esto por que los abrazos tienden a ser más cálidos y tiernos que violentos y lujuriosos, cosa contraria con los besos que suelen ser más sexuales, candentes y vulgares que suaves y delicados.

Los abrazos se guardan en baules de roble decorados a mano, los besos en las bolsas del pantalón o en el monedero.

Los abrazos rotos son abrazos con piezas faltantes.