Qué es una MAN KILLER?

Una Man Killer es una mujer dinámica, enérgica, inteligente y decidida. Es la perfecta compañera para lograr las metas en común y tener libertad para lograr las personales.


Una Man Killer nunca será sumisa ni torpe al hablar, su voz es fuerte y decidida, sabe lo que quiere, lo que le beneficia y sabe cuando dejar atrás lo que no la ayuda a ser mejor.

Como todos una Man Killer tiene sus días malos, pero de ella misma depende de que solo sea eso, un día...


domingo, 21 de febrero de 2010

De "Nenas" a "Rockolas"

Hace unos días atrás escuché a unas contemporáneas inquietas por conocer un nuevo bar que apareció en el rutinario paisaje urbano de manera casi mágica y que inmediato captó una considerable afluencia de personas.

Pues recordando esa conversación decidí proponer ir al citado lugar como destino de una salida con un estimable amigo.

Me adelanté un par de horas a la hora establecida para el encuentro por lo que decidí esperar a mi amigo ya en el bar y poder ir midiendo el lugar y determinar si este merecía formar parte del top five de los sitios nocturnos de preferencia de los viernes de juerga, conocidos más comúnmente como “viernes de rapiditas”.

Al llegar sitio me encontré el primer inconveniente: el parqueo es una mierda. Como el bar se encuentra en un centro comercial cuya fachada da a una calle principal resulta un poco complicado el maniobrar para quedar perfectamente alineado con los demás vehículos en un solo intento y con la rapidez necesaria, como si se tratara de apartar las manos de un sartén caliente que escupe aceite hirviendo. Superado el pequeño percance que terminó en un rasponazo de llantas al filo de la acera subí al segundo piso del centro comercial y me topé con dos guardas, full traje negro, de semblante rígido, queriendo apantallar de agentes espías o algo por el estilo. Paso por la requisa de rigor y me dispongo a adentrarme en esta nueva aventura llamada Bar Nena.

De entrada al abrir una un poco pesada puerta con vidrios polarizados negros te recibe una cortante ráfaga de estruendos que en decibeles aceptables se le llama música. Literalmente tal estruendo te pone los pelos de punta y sientes como si alguien te propinara una cachetada. Al caminar sentí como si lo hiciera en medio de la famosa colina verde de los wallpapers de Microsoft, contra viento, llevando un enorme paraguas amarillo abierto y un escandaloso vestido magenta de mil vuelos. Casi pude sentir como la brutal vibración de la música me sacudía las menudencias y me hacía retroceder el paso.

Pasaron varios minutos para que mis oídos se acoplaran a las aturdidoras melodías del lugar, era algo así como si te salieran branquias, alas o escamas de un pronto a otro solo para que puedas adaptarte a un medio.

Pedí una soda al hombre de la barra, éste me envío en línea recta a la siguiente parada de abastecimiento ya que en sus dominios no existía algo llamado soda. Cruzar el lugar de lado a lado me resultaba una travesía titánica en ese momento: tener que esquivar aquellos cuerpos serpenteantes, lidiar con uno que otro idiota a punto de regar la cerveza y escuchar los chillidos de niñas que se secreteaban a viva voz me parecía una experiencia más que una torturadora.

Cuando llegue al otro extremo pedí mi soda; una pequeña adolescente se colocó a mi lado y entre gritos y risas pidió un “Malibull”. La nena zarandeaba de un lado al otro un arrugado billete mientras una amiga la sostenía de la cintura, como tratando de apaciguar su explosiva energía. Yo por mi lado saqué desconfiadamente mi billetera y extraje un aplanchadito billete, doblado en cuatro, así como mi mami me había enseñado a hacerlo, y pagué mi bebida. No había forma de que algo me hiciera sentir más vieja de lo que me sentía, más señora de lo que me veía y más old fashion de cómo me expresaba o eso creí hasta que tocó de nuevo atravesar todo el bar para buscar un lugar donde esperar a mi amigo.

Mientras caminaba sentí como todos los años se me vinieron encima, me atropellaron violentamente, sentía que cada gesto, movimiento de labios o de ojos de mi rostro me creaba una arruga, un surco perfecto atravesando mis párpados, mis mejillas, las comisuras de mi boca.

Sentía como palpitaba mi corazón, como me pesaban los brazos, como me aferraba al vaso de agua con gas como si fuera el ancla que no me dejaba caer de un peñasco, incluso sentí como mis senos de joven adulta desentonaban ante las escuálidas y larguiruchas figuras de las delicadas jovencitas, como mis anchas caderas, mi abdomen abultado y mis gruesas piernas parecían una aberración a la regla de ser perfectamente anoréxica. Me sentí como si fuera de otro país, otro planeta, otro universo.

Gracias a Dios los martirios no duran para siempre y cuando mi amigo entró al lugar, luego de pasar por el mismo shock que experimenté yo al entrar a tal barullo me rescató del sitio.

Como cualquier anciana de mi edad, terminé la velada escuchando oldies, los cuales si te percatas son aquellas canciones con las que naciste, tomándome una soda, con la música a un volumen que permitía conversar y rodeada de gente que más que contorsionarse corporalmente para llamar la atención lo hacía intelectualmente.

Estábamos en Rockolas en Curridabat, estabamos en “nuestro charco”, enlazando anécdotas con cada pieza musical que escuchábamos, hablando de nuestros achaques y problemas en el trabajo, riéndonos de nuestras canas, apaciguando los nervios después de pasar por la “Nena”.

Y así fue que después de entrar al baño, hacer del “uno”, lavarme las manos y mirarme al espejo me dije: cómo es la vida, tan rápido y sin darnos cuenta hemos pasado de “Nenas” a “Rockolas”.

3 comentarios:

  1. Qué tiempos aquellos cuando ese era un verdadero barsucho, cuando había promos de mamaditas y el mesero regalaba tragos a espaldas del dueño prospecto a Mister Costa Rica. Yo digo que es mejor ser vieja que pertenecer a una generación de cabezas huecas, por eso yo me fui para Bahamas eso sí es un verdadero barsucho con todo y cucarachas.

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  2. Qué delicia de la vida poder compartir con una mujer que se encuentra en plena metamorfosis de nena a rockola. Nada más placentero que una conversación con ella; nada más atractivo que su porte y seguridad; nada más divertido que una de sus miradas traviesas; nada más complaciente que sus caricias; nada más erótico que ver su silueta contonearse con una gracia casi despreocupada; nada más excitante que detenerse a dos centímetros de su boca como quien está a punto de saltar al vacío, en medio de una tormenta hormonal que inhibe su mente y que sólo le hace sentir un vertiginoso nerviosismo. Porque sí, estas ninfas tienen la capacidad de convertir en "nene" a cualquier hombre, y eso nos encanta.

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  3. Wow, este segundo anónimo me hace sentir feliz conmigo misma de vdd que no es fácil dicha metamorfosis, así fué como llegué yo a Bar Nena´y me di cuenta de que todos los presentes me golpeaban con sus loncheras de Princesas de Disney y Power Rangers... "que tristeza"!! Ahora lo entiendo mejor definitivamente me estoy haciendo rockola...y no importa igual ese lugar me encanta :)

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