Soy una especie de reencarnación de Florentino Ariza sentada en una esquina de la cama, con lo pies desnudos y pesados como el plomo, con los brazos colgando a los costados del cuerpo, un poco encorvado. Sentado en la misma cama en la que el amor ha dado giros juguetones y se ha deshojado sin pudor mil y una vez, cama desde la cual ha esbozado sonrisas cómplices y dulces, en la misma cama donde ha jugado con mi cabello, en la misma cama donde fugaz como ha llegado se va.
Soy un Florentino Ariza que ha adormecido entre sus sábanas miles de amores, tan idénticos, que parecen venir todos en una misma caja, todos ellos lejanos, frágiles, finitos; que al final lo que provocan es recordar aquel amor fugaz que ya no está, que me abandonó.
Espero con ansías lo que no es para mí, vivo en la tortura eterna de amar a quien no me corresponde, esperando mucho, por mucho tiempo y recibiendo nada. Nada me pertenece, sólo esta cama que sigue envolviendo pequeñas motitas de amor prefabricado, pequeños destellos de luz artificial como si se trataran de una bocanada de humo para un fumador agonizante.
Desfilan ante mí amores que suplican mi presencia, que me rodean con sus brazos y me adormecen como si se tratara de cantos de sirenas, viven del éxtasis que emana de mis ojos y me consumen en sus vaivenes sin siquiera darme cuenta, hasta que vuelve a mí el vacío y la tristeza de quien recuerda que está a la espera de algo que no llega.
La vida me hace pensar en un minuto eterno, donde todo lo amado se fusiona, pero después sin previo aviso me lo cambia por un segundo efímero que desaparece en un pestañear, sin dejar ni siquiera un rastro de sabor dulce en los labios.
A veces me gustaría tomar esta cama y lanzarme con ella al fondo del mar y ahí dormitar hasta que mi cuerpo se desintegre. Desearía echar esta cama a las brasas ardientes para que se extinga entre horrorosos crujidos.
Desearía que mi voz interna no me acribille con sus argumentos de cordura y sensatez, desearía poder enterrarla para que sean las raíces de los viejos árboles quienes soporten sus lamentos.
Qué tortura!, que calvario es esta cama vacía!,
Qué tortura!, que calvario es esta cama llena de amores superfluos! cuando ella sólo está a la espera de tu regreso.
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