No me interesa tener un jardín con gnomos de yeso, ni tampoco un tendero amplio.
Tampoco me roba el sueño tener la receta del dip perfecto o tener enmarcada una “Sagrada Familia”.
Puedo vivir sin haberme puesto delantal alguno o sin tener un libro de recetas a mano.
No te preocupes si no me invitas a tu boda o a tu té de canastilla, siempre sentiré un cariño enorme por vos y un agradecimiento eterno por haberme facilitado la excusa para no estar presente.
No tengo problema en no tener en mi closet un vestido de fiesta, ni un bolso elegante, tampoco una vajilla para 6 personas y un mantel presentable.
No te sientas incómodo si no me haces la madrina de tus hijos, es entendible que busques a alguien con mayor experiencia.
Gracias por no hacerme tu niñera y pedirme cualquier otro favor más factible.
No me preocupa no tener que tender una cuna, preparar un remedio o pegar dibujos en la nevera, tampoco no saberme las canciones de Discovery Kids o quedarme callada en medio de una conversación de madres, eso me hace sentir anormal y es grandioso.
Quítame la televisión, no la necesito, puedes llevarte mi cama tampoco me hace falta, no necesito un ropero y tampoco me hace falta la secadora de pelo. Sólo déjame el espejo para tener con quien conversar.
No sé qué tan riesgoso puede ser decirte lo que realmente me mataría si llegara a faltarme, tal vez lo mejor sea que me lo guarde, para poder tener el control de aquello que me aniquila con un solo segundo de ausencia.
¿la sombra de un beso?
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