Qué es una MAN KILLER?

Una Man Killer es una mujer dinámica, enérgica, inteligente y decidida. Es la perfecta compañera para lograr las metas en común y tener libertad para lograr las personales.


Una Man Killer nunca será sumisa ni torpe al hablar, su voz es fuerte y decidida, sabe lo que quiere, lo que le beneficia y sabe cuando dejar atrás lo que no la ayuda a ser mejor.

Como todos una Man Killer tiene sus días malos, pero de ella misma depende de que solo sea eso, un día...


martes, 25 de mayo de 2010

La decepción

No me mires con esos ojos dilatadamente acusadores, no puedes pavonearte ante mí con esa seguridad de quien levita sobre una cama de fuego sin ni siquiera sentir ardor, no puedes levantar tu dedo acusador para introducirlo en la herida de mi costado, cuando la tuya ya te carcome hasta la espalda. No es fácil pretender cambiar los hábitos de toda una vida, aún cuando no tenías la más mínima idea de que el cambio era una necesidad de alta criticidad.

No me mires de reojo con esa mueca de disgusto, que muchas veces te he visto en peores momentos y he tenido la delicadeza de que en mi cara no se marque el gesto que tú tienes ahora; lo que menos necesito es que te pongas el hábito de la vergüenza ajena y sientas compasión por mí; de cosas peores he salido victoriosa, con un carril de latentes cicatrices en las palmas de las manos, pero entera al fin y al cabo.

Te aterra que te toque cuando no lo esperas por que sientes que todo el mundo nos observa, pero sabes, a nadie le interesa lo que tú y yo hagamos en la oscuridad a plena luz del día.

Saca tu risa nerviosa y ponla en la mesita de noche, ten cuidado que no ruede y caiga al suelo, por que si eso sucediera te aseguro que la quiebro a patadas.

Deja de hacerme sentir como un extraño que supiera demasiado de tu vida, como un vicioso y un desadaptado, como un retrasado cantando canciones a la luna llena cual musa redonda y congelada en el centro del infinito, porque yo sé que me sigues el rastro, y caminas sobre las huellas que dejan mis zapatos; no finjas que no me conoces, porque a veces me conoces mejor que a tí mismo.

Recoge tus manos y mételas en el bolsillo, disimula el temblor que te produce mi presencia, piensas que soy como una enfermedad que flota por el aire y que sabe oler el miedo de las personas, cuando lo único que hago es leer los miedos que se escriben en tu pecho.

Dime lo que en este momento de mantiene la lengua enrollada en la boca, dime que me odias con todas las fuerzas de tu alma, que cada vez te decepciono más, que soy lo peor que ha pasado en tu vida, yo sé que tanto de eso que me quieres decir es verdad, lo sé porque tus ojos desmienten lo que tus labios vociferan.

He perdido el pudor y eso te preocupa, he perdido las llaves de mi casa y no tengo que volver y eso te mata de angustia, tengo todo el tiempo del mundo para tomármelo al ritmo que quiera sin tener que convidarte ni un poco y eso te enferma. No me culpes por tus cadenas que yo no fui quien te las puso, tampoco me reclames tus errores, tus carencias o tus preocupaciones que yo no estaba ahí cuando germinaron del tártaro, no me trates como un niño de brazos cuando ni siquiera ves que las lágrimas broten de mi ojos, no recurras al drama cuando nuestra vida se trata de una comedia.

Exhala un suspiro grande y melodioso que te haga reventar el pecho, tómame de la mano y mantente en silencio, es probable que escuches como los latidos de mi corazón recorren las venas de mi cuerpo, como un tambor que llama a la guerra a kilómetros de distancia. No estoy en guerra contigo ni con nadie, pero el latido siempre es fuerte y profundo, lleno de vida, tal vez te haga retroceder en tus impulsos de matarme a besos.

Cuando puedas vuélveme a mirar, pero no lo hagas con odio, miedo o compasión, hazlo con amor, puro y simple, estúpido y maniático como lo sentí en tí alguna vez; si no lo puedes hacer entonces no voltees, regresa por donde llegaste, cierra con furia la puerta para despertar de mi letargo y darme cuenta de que ya no estás.

No te atrevas a mirarme con esos ojos dilatadamente acusadores, que al fin y al cabo somos de la misma calaña, hijos igual de la desventura y el caos, destinados a nunca ser iguales que los demás y a exprimirle la vida a la felicidad hasta que ésta se seque para siempre.

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