Déjame desperdigar los minutos contigo, deja que caigan inertes al suelo, que no nos frene el afán de tratar de impedir su caída.
Colecciona cada una de las palabras que salgan al unísono de nuestras bocas, no mermes su armonía ni pases por alto lo que realmente significan, aprende a interpretar su simpleza, que detrás de cada una de ellas se levanta un complejo ecosistema de emociones.
No soples ni dejes escapar al viento tu aliento, que eso aleja los suspiros, los suspiros que viven en el aire y que al contacto con tu oreja revientan dejando un aroma a secreto.
No preguntes ni armes escenarios en tu mente, todo se da con el tiempo, más rápido o más lento de lo que esperas, no temas a lanzarte al vacío, pierde el control de vez en cuando.
Actúa como si la gente no existiera, como si ningún ojo te señalara, como si ninguna boca pudiera decir algo de tí que no te gustara; vive como si el mundo fuera un lienzo en blanco y tú escoges que pintas en él. El mundo debería estar poblado de gente espontánea.
No me catalogues como una cosa u otra, soy todas y ninguna a la vez, mi piel es de mil colores, mi temperamento cambiante y mi pensamiento variable, nunca seré la misma la mañana siguiente.
Déjame desperdigar los minutos contigo, y si pasa la brisa, los arranca del suelo y los eleva al cielo no te preocupes, a lo mejor alguien necesita de ese tiempo que hemos dejado caer más que nosotros.
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