Hace un par de meses desperté con un dolor intenso en el centro del pecho.
En el momento me produjo un pánico terrible y al poseer una imaginación particularmente poderosa me vinieron a la cabeza miles de imágenes que pudieran dar respuesta al incisivo dolor, pero ninguna me preparó para lo que realmente acontecía en mí.
Hace ya un par de meses que las cosas cambiaron, no en mi entorno, sino más bien un poco más adentro, las cosas cambiaron desde lo más profundo de mí.
Cada día me daba cuenta de esos cambios, algunos más sutiles que otros pero en definitiva cambios radicales. Un día me di cuenta de que había dejado de tomar café y que éste me producía nauseas. Lo mismo pasó al encender un cigarrillo al día siguiente, prácticamente le vomité encima.
Hace un mes atrás me desperté y me di cuenta de que ya no me bastaban 8 vasos de agua al día, que era necesario beberme un litro de agua por lo menos antes de desayunar.
También noté que me daba un extraño placer el caminar descalza por la casa y que ya no me ocasionaba problemas de alergia el gato callejero que dormitaba en mi jardín.
Hace 15 días me di cuenta que perdí toda tolerancia y paciencia ante los chismes de mis compañeros de trabajo y que tampoco era capaz de soportar las retahílas desechables de los galanes que esporádicamente se atraviesan en mi camino.
Hace 22 días atrás me di cuenta que estaba locamente enamorada del encorbatado que llega solitario a la barra del bar de los viernes y que antes podía jurar que en mi puta vida lo había visto.
Ayer me levanté y al mirarme al espejo noté que tenía el cabello más largo, los ojos más pequeños y la sonrisa más grande.
Hace más o menos un mes me di cuenta de que ya no toleraba los mariscos, ni los lácteos y que me derretía de deseo por una manzana roja.
Hace dos meses me di cuenta de que odio la cocina, de que me gustan las películas de miedo y que tenía ganas de empezar a tener nuevos hobbies. A la mañana siguiente sentí unas ganas enormes de empezar a escribir un libro, me di cuenta que ya me gustaba la poesía y que me moría por una bailada de bossa nova viendo el atardecer en cualquier parte de este universo.
Hoy al levantarme, y después de casi dos meses de no sentir control sobre mí misma, por fin entendí que de qué se trataba todo esto, y es que sin previo aviso mi cuerpo y mi alma han desatado la revolución, la que yo siempre quise y nunca fui capaz de comenzar, por lo que decidieron empezar sin mí y darme la sorpresa mañana tras mañana y hacerme participe de ella en el momento en que me sintiera deseosa de serlo.
La revolución ha iniciado, lo que siempre quise ser o hacer llegará, con o sin mí, depende de mí si me lo quiero perder o lo quiero vivir.
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