Me gustan los lentes de sol color ambar, por que siempre hacen que el paisaje se vea màs càlido de lo que realmente es, por que aunque el viento sople fuerte y helado y las hojas se levanten del suelo y te golpeen el rostro, atravès de los anteojos se ven como suspiros resecos y marrones migrando hacia nuevos parajes.
Los llevo siempre en la cartera, nunca se sabe cuando amerite el usarlos, siempre hay situaciones que requieren de una dosis de calidez inmediata e indolora, como cuando te envuelves en alguna conversaciòn con un tipo cansado y estirado, que sòlo es capaz de escucharse a sì mismo y que calla tus ideas antes que èstas salgan por tu boca, entonces me veràs con la cabeza baja, revisando entre las cosas de mi bolso, buscando mis anteojos ambar para ponèrmelos y restarle importancia a su verborrea insoportablemente aburrida, mientras me pongo en "modo automàtico", sonriendo de vez en cuando, haciendole pensar que me interesa su patètico discurso.
Lo mismo pasa con las mujeres brutas y aburridas que te topas en cada esquina, hacen que con desespero busque mis gafas y con ellas eleve la vista al cielo para apreciar còmo las nubes blancas se tornan doradas y se mueven mas rapidamente hacia el infinito, mientras al nivel de suelo una urraca me tortura con su conversaciòn vacìa y predecible.
Los lentes nunca pueden faltar mientras manejo, calman mi ansiedad en las presas y me permiten fisgonear al conductor de al lado, el que va fumando, el que va peleando por celular, el que va llorando, el que va bostezando, el que va besandose con su copiloto, el que va leyendo, el que va comiendo, el que me mira, el que me ignora, el que hurga su nariz, el que lleva su mente en blanco, el que va maldito y retrasado, el que deja a sus hijos en el colegio, el que va mensajeandose con su amante, el que se rìe solo, el que va cantando, el que va agonizando, el que es un muerto en vida.
No hay paisaje que no se embellezca aùn màs cuando se admira atravès del filtro del àmbar, es como ver el mundo con ojos enamorados, es como si lo que vez latiera o tuviera mùsica, el àmbar llena de miel dulce y olorosa tu alrededor.
No se que harìa si algùn dìa me faltasen, probablemente tendrìa que hacerme a la idea de ver el mundo tal y como es, que al fin y al cabo no es tan malo, pero me tendrìa que privar de la calidez a la cual escapo de cuando en cuando, por eso siempre recuerdo donde los guardo, para que hasta que no logre tener un color ambar natural en mi mirada, tenerlos a mano y ver el mundo càlido que me rodea.
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