Qué es una MAN KILLER?

Una Man Killer es una mujer dinámica, enérgica, inteligente y decidida. Es la perfecta compañera para lograr las metas en común y tener libertad para lograr las personales.


Una Man Killer nunca será sumisa ni torpe al hablar, su voz es fuerte y decidida, sabe lo que quiere, lo que le beneficia y sabe cuando dejar atrás lo que no la ayuda a ser mejor.

Como todos una Man Killer tiene sus días malos, pero de ella misma depende de que solo sea eso, un día...


martes, 17 de noviembre de 2009

Limón Dulce


Cualquiera podría pensar que el tener un padre nacido prácticamente entre el mar, las olas y el ceviche de piangua o chucheca es sinónimo de una vida llena de playa, arena y lugares salados por conocer. Todos los que pensaron que así era no pueden estar más equivocados.


Mi padre poco a poco cambió los ingredientes de un ceviche puntarenense por un puré de papas cartaginés, y aquel hombre que creció con arena entre las uñas de los pies y sudor marinado parece que hubiera nacido en la bruma eterna.

Ya mi padre no soporta el calor del puerto, ni la arena entrometida, ni la playa, ni el viento, ni el sol, ni las gaviotas, ni los “Churchills”, ni los trajes de baño, ni las chuchecas… no esas ultimas si las soporta; ahora él es un hombre que ama el frío, la bruma, su sudoku y a la perra Surimi.

Pero mi padre no es el tema en cuestión, sólo es una referencia del por qué tanto mis hermanos como yo padecemos de una “insuficiencia playera crónica”, en otras palabras, a mi padre no le roncaba ir a otra playa que no fuera Puntarenas y Playa Naranjo, que en cuyo caso era para visitar a mi difunta abuela. Es probable que ya ninguno de nosotros volvamos a ese lugar ahora que mi abuela ha muerto. Si no conocíamos más playa que la del puerto, menos otros pueblos y playas en Limón o Guanacaste.

Bueno, sabiendo esto pueden darse una idea de por qué hasta mis 27 años de edad he hecho mi primer viaje a Limón. Las razones que me movilizaron hasta allá eran de carácter laboral, pero no por eso dejó de ser un viaje realmente placentero.

No tuve que preocuparme por el hecho de que me hacía acompañar por una colega de trabajo que goza de mi entera simpatía y la cual, estaba segura, no me iba a provocar el deseo de degollarla en el Zurquí después de 4 horas de viaje de ida y 4 horas de regreso.

Como íbamos en mi carro tenía control total de lo que allí acontecía: desde monopolizar la selección de las piezas musicales (de hecho seguro la pobre iba jorobada de estar oyendo a Dionne Warwick cantar la misma canción unas 50 veces), hasta configurar la intensidad del aire acondicionado.

Nunca tanto en el viaje de ida como en el de regreso hubo tiempos muertos de silencio sepulcral ni aliviante, no, cual cotorras embarradas de mierda, como dicen por ahí, tertuliamos sin parar. Mediante la conversación me pude percatar que tenemos muchas cosas en común y que tenemos además puntos de vista y opiniones que recíprocamente no nos censuramos.

Resultó que mi compañera de trabajo además es compañera en la búsqueda de la maximización de nuestro hombre interior, de nuestra masculinidad como pilar de una personalidad más sólida, darle rienda a nuestro macho interno. Somos mujeres encaminadas a la evolución, somos de las que no nos conformamos con menos de lo que merecemos, aunque se nos cuestione de que somos demasiado “exigentes” con lo que buscamos, sobre todo en materia de hombres. Este cuestionamiento a veces se ve nublado por la errónea idea de que nosotras esperamos la llegada de un príncipe azul, de cabello rubio frondoso, barbilla partida, montado sobre un magnífico corcel blanco de larga cabellera colochuda.

No es así.


Sabemos que el príncipe azul es sólo una leyenda urbana similar a la del viejo de la bolsa; no esperamos tal personaje, aguardamos la llegada de un hombre evolucionado, tanto de mente como de espíritu, y aún mejor si viene en buen envase.

No pasé del parque del centro de Limón, eso fue lo único que conocí, y algunos puestos donde realizamos algunas paradas estratégicas para conseguir los encargos culinarios de todos mis golosos compañeros de trabajo. Por cierto, en Limón probé el maní garapiñado más exquisito, delicioso y orgásmico del mundo entero.

De regreso a San José nuestra conversación también fue tan suculenta como el delicioso patí que desde el haciendo de atrás desplegaba su grato aroma.

El Limón Dulce cuando toca mi paladar activa en mí dos dispositivos: primero el del amor y luego el del odio. El amor se manifiesta cuando los tiernos gajitos del limón dulce tocan mi sedienta lengua y al morderlos revientan estrepitosamente salpicando internamente mi boca, pero casi al mismo tiempo aparece el odio, odio al sabor a “golpe” que deja el limón una vez que ha sido tragado, es un sabor en la lengua y garganta que sabe a mentada de madre. Pues el día de hoy tiene algo de Limón Dulce, el amor surge al haber tenido un viaje placentero, sin mayor contratiempo, un paisaje precioso, una compañía a la altura y una reunión de negocios exitosa, el odio surge del cansancio de manejar tantas horas, de la imposibilidad de conocer más de Limón y de los kilos que voy a subir por todo el maní garapiñado celestial que me devoré.

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