Sumergida en las frases anónimas de sus comentarios. Así me encontré una que otra ocasión.
Más que un placer para mí ha sido todo un honor el saber que hay gente que lee mi blog, la mayoría ellos son queridos amigos que me apoyan con su lectura y alguno que otro transeúnte cibernético que se detiene despistadamente al ver que algo llama su atención. Más aún me llena de emoción y de un sentimiento de éxtasis el palpar en sus comentarios una riqueza literaria que quisiera poder encontrar más a menudo.
Es así como casi sin quererlo me he dado cuenta de que hay cierto “anónimo” pululando que me eriza los cabellos; sus sugestivas y seductoras frases son el complemento perfecto para mis entradas, la cereza en un queque helado.
Menuda e infructuosa tarea la de lograr adivinar el paradero de tan embriagador lector que me deleita con sus pequeños toques de delicioso verbo.
De quién se trata? No lo sé.
Sospecho de alguien? Definitivamente.
Pero mis sospechas se tambalean sobre bases hechas de viento, y mi intuición es un dechado de ambigüedades y corazonadas.
Por eso, mi querido y encantador anónimo, para ser exactos aquel que le encanta sentirse “nene” en los brazos de una rockola, tengo que confesarte que me tienes en tus manos, columpiándome al borde de la silla esperando tu comentario.
Y es que acaso está prohibido soñar con tener un alma gemela que se revuelque conmigo entre letras y frases?. No tengo derecho a querer, poseer y desear un amante literario que entienda mis necesidades de más y más palabras armoniosas, frases que aruñan espaldas y expresiones que muerden labios?.
Me niego a pensar que tales placeres me sean negados.
Es así que te pido mi querido anónimo que no dejes que mi sed resquebraje mi espera, escribe, escribe hasta que la inspiración se te coagule en las manos.
No me hagas esperar más de lo necesario…
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